¿Cuántas veces has leído un libro que encontraste por casualidad? Quizá su portada te llamó la atención, su título hizo que lo cogieses o su lomo prominente entre cientos de otros libros hizo que alargases la mano, lo sostuvieses en tus manos y, tras sopesarlo, lo llevases a tu casa. Una vez dentro, raro es el libro que no es devorado ávidamente por tu cerebro. Trayéndolo a casa has dejado pasar las ideas del enemigo. Has abierto las puertas de tu cerebro al autor, que colocó dentro del volumen la semilla de sus ideas.