El sexo oral es la única cosa que hacemos los humanos que equilibra a la perfección altruismo y egoísmo, las ganas de dar y las ganas de sentirte el puto amo de la barraca. Para este equilibrio perfecto, como en un buen kalimotxo, la proporción debería ser siempre de 50%-50%, porque si uno de los dos elementos se dispara el afán por complacer o por colgarte la medallita de “voy a hacerle el mejor trabajo que le han hecho en la vida” pueden hacernos perder el sentido común y poner en riesgo la salud.
