Twitter era, hasta que la compró Elon Musk, una red social un tanto peculiar. Por ejemplo, una cuenta corría peligro de ser cancelada si se sostenía que los hombres tienen pene y las mujeres vagina, lo que ofende a la secta queer, pero nadie se inmutaba entre los vigilantes de Twitter si alguien afirmaba que el comunismo es una doctrina de amor y paz, que el Gulag y el Holodomor jamás existieron y que Mao Zedong fue malo pero peor es Donald Trump. Los periódicos de izquierdas campan por sus respetos en Twitter