A finales del siglo XIX, las mujeres constituían la mayoría de los operadores de centralitas telefónicas, pero, cuando el nuevo medio de radiodifusión comercial se hizo popular, en los años veinte, las voces de las mujeres cayeron en desgracia. Los directores de emisoras afirmaron en 1924 que las mujeres sonaban "estridentes", "nasales" y "distorsionadas" y afirmaron que las voces más agudas de las mujeres creaban problemas técnicos. Los periódicos se refirieron repetidamente a sus voces como"afectadas", "rígidas", "forzadas" y "antinaturales".