Para sorpresa de muchos, y disgusto de algunos, la ciudad china de Wuhan rezuma normalidad. Allí, cuando cientos de jóvenes se acuestan a las tantas tras una sesión discotequera, los turistas madrugan para visitar los escenarios más icónicos. A todas horas, mercadillos, restaurantes y terrazas se animan con un flujo incesante de clientes. Al atardecer, las señoras salen a ensayar coreografías en los parques, un clásico del paisaje urbano chino. Y con la noche ya encima, un espectáculo de luces en los rascacielos entretiene a los que pasean.
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