La continuación de un sueño recurrente de los últimos años

Durante muchos años he tenido un sueño que se repetía en diferentes formas, más que un sueño era un entorno concreto.

En ese sueño repetido entro en un edificio cilíndrico (siempre desde dentro, nunca veo el exterior del edificio, que sé que es extremadamente alto, pero lo sé, no lo veo nunca). Este interior tiene una especie de patio circular con varios escalones (tres o cuatro) hacia una pequeña depresión central.

En el pequeño anfiteatro sobre esos escalones están los accesos a los ascensores y a unas escaleras. Este sueño varía en cuanto a la decoración interior del patio central del edificio, a veces con plantas colgantes frondosas y decorativas, a veces con más escalones, a veces con paredes hechas de cemento, a veces de ladrillos.

Estos sueños recurrentes siempre incluían la subida a los pisos superiores en un ascensor que adoptaba diferentes formas en cada sueño, pero siempre era un ascensor que daba pánico, debido a su agitación e inseguridad mientras ascendía, en algunos sueños era de madera tambaleante, insegura a todas luces, en otros era de metal (cúbico) e igual de aterrador subirse en él porque se movía entre las guías, gruñía el cable y siempre me agarraba a las paredes con terror angustioso. Y siempre era al piso número diez, cuando obviamente el edificio circular era inmensamente más alto. A pesar de la incongruencia entre la altura que sentía y el número diez del piso, jamás conseguía ir al piso número diez, asustado, aterrado, me bajaba en cualquier piso anterior con vida y el sueño continuaba con alguna absurda historia. Donde encontraba estructuras de pisos que no coincidían con la del ascensor o casas fuera de lugar… Nunca en todos estos años de sueño aleatoriamente repetido conseguía llegar al piso diez. Por miedo a que el ascensor se desmontara mientras ascendía, siempre, en todos los casos, la angustia real en el sueño era insoportable.

Este sueño (o escenario de sueño), con sus variaciones, se ha repetido a lo largo de al menos seis o siete años y unas… cinco o seis veces. Hasta hace un par de noches.

En el reciente sueño volvía a estar en esa plaza cilíndrica con algunas variaciones, esta vez había seis o siete peldaños hasta la zona exterior del cilindro interior… Esta vez los ascensores eran de madera y en forma de semicilindro (como un cilindro cortado por su eje z), de madera de ínfima calidad aunque barnizados pero de madera muy fina y endeble. Esta vez he llegado a preguntar a una especie de conserje vestido con uniforme gris y botones dorados situado al lado de las escaleras de subida a las plantas superiores. Este conserje me indicó dónde estaban los ascensores para subir al piso décimo. Ni se me ocurría usar las escaleras, desconozco los motivos. Al entrar en el ascensor, con pánico ante su evidente inestabilidad, entraba conmigo un señor. Soy incapaz de describir al señor ya que estaba como borroso, difumado, informe, pero era un señor. Eso me dio ánimos para seguir en el ascensor porque él marcó el piso noveno y yo había marcado el décimo.

 Este ascensor era especial y diferente a los demás ya que la parte curva daba al exterior y la mitad del tramo de la curva estaba protegida por una especie de metacrilato resistente en el que podías ver el exterior.

Mientras ascendíamos el ascensor traqueteaba (mucho) y los dos apoyábamos las manos en las paredes para no caernos. Al hombre le parecía normal. Yo estaba aterrorizado, pero pensaba que si estábamos juntos en esto, moriríamos los dos…

Por supuesto el recorrido se hace eterno, nada que ver con unos diez pisos, mucho más, muchísimo más. Cuando (por fin) llegamos al noveno piso, la puerta no se abre y el acompañante, pensando que perdería su planta golpea con furia y mucha fuerza el metacrilato a su espalda, tanto es así, que lo rompe y cae al vacío.

En una fracción de milésima de segundo pienso que no quiero quedarme solo en el ascensor y que me bajo con él a través del panel abierto, pensando que sólo me queda un piso y que podré subirlo en los tramos de escalera.

Para mi sorpresa caigo a un exterior con forma de tronco de cono de acero o algún metal pulido, las nubes quedan por debajo de la altura a la que me encuentro. El acompañante resbala por ese acerado cono hacia el vacío pero se engancha con la camisa en algún tipo de hierro de la estructura de uso desconocido. Maldice pero por no poder llegar a la planta nueve. Yo me agarro a una estructura de acero también de uso indeterminado y raro, mirando cómo el señor se agita intentando trepar de vuelta a la zona cónica del exterior del edificio. Veo que no puedo ayudarle, así que me agarro con todas mis fuerzas en la estructura que he encontrado para evitar resbalar más por esa zona.

De pronto, varios porteros, todos con uniforme gris y botones dorados, salen de no se sabe dónde. Unos para asistirme a mí y otros para ayudar al señor que pendía de su camisa. Varios de ellos se deslizan por el cono y caen al vacío sin gritar, sin mayor tensión, simplemente caen. Otros asisten al otro hombre y lo redirigen (arrastrándose por el acero hacia un saliente más arriba de ese tronco de cono.) Otros me asisten y me introducen en la sección interior del edificio en la planta novena, donde unas escaleras anchas, curvadas ascienden hacia el piso décimo.

Sin preocuparme más por el destino del hombre en peligro asciendo por las escaleras lentamente para llegar (por fin) al piso número diez: el más alto del edificio.

Allí veo una estructura circular de acero con grandes ventanales de cinco por diez metros que ofrecen una vista por encima de las nubes. No hay nadie allí. El suelo es de acero y un poco convexo. En un lateral del cilindro hay como tiendas o locales todos borrosos, indefinidos, por contraste con los amplios ventanales donde por encima de las nubes se ve un día brillante y claro, aunque incómodo, algo no encaja.

Y ahí me he despertado.