Gestación subrogada: reflexiones más allá de la moral personal

En los últimos días ha vuelto el debate sobre la gestación subrogada debido al caso de Ana Obregón. Más allá de este hecho particular —sobre el cual puedo tener mis opiniones negativas, por ejemplo, que es una persona demasiado mayor— me gustaría reflexionar acerca de la esencia del asunto y de por qué muchos piensan como lo hacen.

Comprar un niño

Uno de los argumentos más repetidos es: “no se puede permitir esto, porque es ‘comprar un niño’ y eso es inmoral”. Pero ¿qué significa “comprar un niño”? ¿Que el niño no puede ser gestado producto de un intercambio económico entre dos partes? ¿Por qué razón? Algunos argumentan aquí: “no se debería hacer un negocio de la gestación”. De nuevo, ¿por qué? Supongamos el mejor de los escenarios: unos padres que no pueden tener un hijo propio y una mujer altruista que desea ayudarles. En esta situación (soy consciente de que para muchos suena demasiado idílica), ¿tendríamos algo que objetar? Yo creo que no y no se me ocurre razón por la que deberíamos hacerlo.

Sin embargo, muchos ahora mismo estarán pensando: “esto no es lo más frecuente”. Y es posible que sea así. De hecho, en mi ejemplo idílico, la misma persona lo podría hacer gratis, es decir, se cumpliría la norma de que la gestación subrogada no estaría siendo un negocio en tanto en cuanto no habría un intercambio monetario de por medio. Esto sería cierto; sin embargo, ya tendríamos una condición bajo la cual la gestación subrogada debería permitirse: cuando se hace de manera altruista. Por lo tanto, de aquí podríamos inferir que esta práctica no siempre estaría mal, es decir, no es “en esencia” mala per sé.

Aterrizando la gestación subrogada

Ahora descendamos a un ejemplo menos idílico. Según un metaanálisis del 2016, los motivos para ser madre gestante fueron en su mayoría altruistas, pero también se señalaron razones económicas.

“¿Pero no dijiste que era un ejemplo idílico?” Bien, en mi opinión, alejándonos del idealismo de que la mayoría de mujeres lo harían gratuitamente, lo que probablemente esté ocurriendo es lo siguiente: para muchas de ellas —por lo menos en países desarrollados— recibir una remuneración económica es condición necesaria, pero no suficiente para hacerlo. En otras palabras: probablemente —en países desarrollados— la mayoría de las mujeres tengan una voluntad de ayuda, pero no todas ellas lo harían gratuitamente; es decir, lo que marcaría la diferencia para aventurarse a ayudar a otros sería recibir o no una remuneración económica más tener una voluntad de ayuda o no tenerla. Si cualquiera de las dos no existiese, entonces el número de mujeres gestantes descendería considerablemente.

Resumamos. Por el momento tenemos a dos tipos de mujeres: las que tienen una gran motivación de ayuda y lo harían gratuitamente, y las que tienen una gran motivación de ayuda, pero no lo harían gratuitamente. ¿Qué objeción podríamos poner al segundo caso? Aquí, ciertamente, ya habría dinero de por medio, pero, ¿cuál sería el problema? ¿por qué debería estar mal visto? ¿Acaso ambas partes no saldrían beneficiadas: la madre gestante por haber ganado algo de dinero y haber ayudado a una pareja, y estos por haber cumplido su sueño de tener un hijo?

El peor de los escenarios para la madre

Este suele ser el argumento estrella. Si bien en los países desarrollados no parece que suela ser el caso más frecuente, existirían mujeres que lo estarían haciendo debido a una situación de extrema necesidad. De ser así, de nuevo, esto no atacaría a la esencia del asunto, debido a que tan solo con exigir una estabilidad financiera a la madre — asegurándonos que esta no estuviese prisionera de dicha necesidad—solucionaríamos el problema. De hecho, es lo que ya hacen en California:

Pero la cosa se complica: supongamos que la madre estuviese en una situación de necesidad económica, pero que tuviese más alternativas; es decir, que pudiese encontrar trabajo de limpiadora, reponedora, dependienta, cuidadora…, pero que, aun así, decidiese hacerlo, no tanto ya por un tema de altruismo, sino simplemente porque ganaría más dinero que en un trabajo convencional. ¿Deberíamos prohibírselo? ¿Por qué razón? ¿Para protegerla de qué? ¿Acaso no le estaríamos imponiendo nuestro criterio personal? ¿Acaso no le estaríamos diciendo: “dedícate a trabajar, a ganarte la vida honradamente, y no a hacer ese tipo de cosas que nosotros consideramos que son inadecuadas y nos hacen sentir mal”? Y si fuese así, ¿la estaríamos teniendo en cuenta realmente a ella?

Por último, supongamos el peor de todos los escenarios: una mujer en apuros económicos que no encuentra ningún trabajo, a la que el Estado no la ayuda (o lo hace muy poco) y se ve obligada a ser madre gestante. Aquí habría una reflexión obligada: ¿qué narices estaría haciendo el Estado con todo el dinero que gestiona que ni siquiera es capaz de ayudar a una pobre mujer desesperada? Si esto ocurriese, no sería argumento para atacar la gestación subrogada, sino a la mala gestión del Estado que no es capaz de evitar este tipo de situaciones. Pero, es más, si en un caso así, donde la mujer no tuviese posibilidad ninguna de acceder a un puesto de trabajo y donde el Estado la hubiese abandonado a su suerte, si además, le prohibiésemos realizar esta práctica, que sería la única a través de la cual podría salir de su situación, ¿estaríamos siendo buenos o malos con ella? Quizás alguien pueda pensar: lo que deberíamos hacer como sociedad es tratar de ayudarla para que no se vea necesitada de recurrir a esta práctica. Y estaría de acuerdo, pero de eso no se deduce que la gestación subrogada no debiera existir, porque serían sucesos independientes: podríamos ayudar a esta persona con o sin existencia de la gestación subrogada.

En resumen, desde la perspectiva de la situación de la madre, a mi modo de ver, ninguno de los escenarios, desde el más idílico hasta el más apocalíptico, justifican la situación de ilegalidad de la gestación subrogada.

¿Pero es que nadie va a pensar en los niños?

Una vez superada la etapa de la madre, otro de los argumentos estrella suele ser que el niño es el más perjudicado de todo este proceso. Pero, cabría preguntarse, ¿en qué sentido? Salvo que supongamos que el hecho de traer una vida a este mundo es algo, per sé, trágico (lo cual aplicaría a todos los bebés, hayan nacido de la manera que sea), deberíamos reconocer que el simple hecho de nacer es algo bueno para el embrión, feto… . Por tanto, si el nacer es algo bueno (o por lo menos no algo malo), ¿en qué medida perjudicaría al niño? Quizás se pueda argumentar que, en lo sucesivo, ese niño afrontará problemas debido a haber sido gestado por una madre que lo abandonará; es decir, que quizás pudiera afrontar un trauma que arrastrará toda la vida. De ser así, esto podría ser un argumento válido. Podríamos plantearnos: ¿tenemos derecho a concebir a un ser que tendrá que pagar toda la vida por nuestro capricho de tenerlo? Ahora bien, ¿cuál es la evidencia de que esto es justamente lo que está sucediendo? Si volvemos al metaanálisis mencionado, las conclusiones a las que llegan es que, a la edad de 10 años, no hay diferencias psicológicas sustanciales entre aquellos niños que nacieron fruto de subrogación, de otras técnicas reproductivas o de la concepción natural:

¿Y qué hay de la madre?

Lo que el metaanálisis nos dice es que, la mayoría de madres obtuvieron puntuaciones dentro del rango normal en pruebas de personalidad y la mayoría de las variables psicosociales fueron satisfactorias:

 Si bien en ocasiones se pudo producir algún problema con respecto al abandono del niño, en general, a las madres no les supuso grandes dificultades.

Conclusiones

Con todo lo anterior no estoy queriendo decir que no puedan darse casos en los que la madre gestante pueda salir malparada de la experiencia. Hace poco leí el caso de una de ellas que había sido madre gestante en dos ocasiones y contaba dos experiencias: la primera fue positiva: los padres, en todo momento, fueron educados y atentos con ella, y una vez nacido el niño seguían manteniendo una buena relación entre ellos; sin embargo, la segunda fue bastante desagradable, debido a que la pareja fue extremadamente fría y desatenta con la mujer. Básicamente consideraron que, habiendo pagado, ya habían hecho todo lo que tenían que hacer, y que ser considerado y establecer una mínima relación emocional con la madre no era necesario; es decir, la trataron como si fuese un objeto.

Por tanto, nadie dice que no puedan existir experiencias desagradables, ni que sea un camino de rosas para la mujer gestante; simplemente, se trata de pensar: ¿a quién perjudica la gestación subrogada? Si no podemos argumentar que, en general, perjudique a la madre gestante, ni al niño, ni a los padres, ¿por qué estamos en contra?, ¿por qué lo vemos como una aberración? ¿No será acaso porque a los que nos perjudica, emocionalmente hablando, es a nosotros, que no aceptamos que las cosas sean de una diferente a como pensamos que deberían de ser?