Gracias Coronel Dax

A nuestro soldado se le ordenó formar en primera línea del pelotón de fusilamiento. Los amotinados solían ser castigados con el rigor de la bala: se estuviera enfrente o detrás de esta, la bala acabaría por llevarse lo que algún día se fue, severo era también ser castigado como verdugo. A ese último recuerdo de lo que aún era se quiso agarrar nuestro tembloroso soldado: recordaba con pesar aquellos días de fervor patriótico que llevaron a tantos jóvenes, almas como la suya y las que ahora tenía enfrente, a dejar sus trabajos y alistarse en una guerra que en vez de aventuras y heroicidad les regalaría barro, frío, trincheras y muerte, ¿estarían pensando lo mismo aquellos que ahora se encontraban al otro lado del fusil?...

La conocida como “Batalla de Somme” (julio-noviembre 1916) significó un antes y un después en el devenir de la aquella terrible I Guerra Mundial. Ideada en un primer momento por los ejércitos aliados Francés e Inglés como un movimiento de distracción con el objetivo de alejar parte de las fuerzas ofensivas alemanas, que por sorpresa habían atacado Verdún, Somme llegaría a superar sin embargo las bajas de esta, llegando a ser conocida como “La Tumba de Barro” y quedando para la historia como la batalla más sangrienta de esa guerra. El Ejército Aliado, obligado por las bajas del transcurso de la guerra a incorporar al frente tropas inexpertas, se enfrentaron con veteranos soldados alemanes. Más de 57.500 bajas, de estas más de 19.200 muertos, se contabilizaron en el bando Inglés, mientras el ejército Alemán sufriría también más de 8.000 bajas... en total más de 65.000 bajas, ¡sólo el primer día!. La batalla se alargaría más de cinco meses, con un saldo calculado de más de un millón de muertos.

Resulta aún complicado a los historiadores decidir quién fue el vencedor: la contraofensiva hizo retroceder al ejército alemán unos paupérrimos 8 Km. tras un ejemplarizante (según cuentan las crónicas militares) repliegue escalonado conocido como “Operación Alberich”. Además, como consecuencia de la Batalla de Somme, los alemanes construirían la "línea Hinderburg", el famoso complejo de fortines, trincheras y túneles en el que luego, pasada la guerra, se inspiraría el ejército francés para construir la también tristemente célebre "Línea Maginot", ese fracaso defensivo visto ya en la II Guerra Mundial.

En cualquier caso, cuando acabó la batalla, ambos bandos habían comprobado hasta que punto podía ser mortífera la guerra moderna de trincheras, si bien podemos asegurar ahora que no pareció hacerles cambiar de ideas. Altos oficiales franceses e ingleses (algunos de estos últimos aristócratas), ciegos en sus ambiciones, incapaces de entender que esa ya anticuada guerra decimonónica no tenía cabida ante el moderno armamento y ese oscuro "arte" de los nidos de ametralladora alemana, quisieron continuar una contraofensiva que ya para entonces había dado claros síntomas de rechazo por parte de las tropas.

De esta manera, el 16 de Abril de 1917, el ejército francés se dispuso a atacar esa fortalecida línea alemana Hinderburg de forma directa: lo que se dio a conocer como la “Ofensiva del General Nivelle” se vendió a la opinión francesa como una operación decisiva que acabaría rápido y de un golpe con el invasor; ya saben que política y guerra siempre van unidas. El plan era sencillo: atacar con 44 divisiones, unos 850.000 hombres, un saliente de la línea Hinderburg defendido por tan solo 9 divisiones alemanas.

Sin embargo muchos sabían de antemano, en especial oficiales de campo, que sería una nueva carnicería: atacar una línea tan bien fortificada de forma directa con un ejército desmotivado y aún recuperándose de Somme y Verdún era mandar, de nuevo, a miles y miles de almas a la muerte. Más aún cuando, llegado el día de iniciar las operaciones, un ejército alemán conocedor de los planes de Nivelle (aún se discute si los franceses cayeron en una trampa alemana) se retiraron atrás, al grueso de sus trincheras, devastando todo a su paso para evitar que los franceses encontraran refugio. Donde antes las 44 divisiones del ejército francés sorprenderían a 9 divisiones alemanas atrincheradas, ahora se enfrentarían a 43 divisiones perfectamente fortificadas, que además les esperaban pertrechadas tras sus ametralladoras.

Pero para el alto mando parece que la gloria valía más que la vida de esos hombres, Nivelle quería su batalla a toda costa. Si bien parece que existió alguna duda en proseguir o no con el ataque, al final el sí se impuso. Tal fue la soberbia del alto mando francés que ni siquiera aseguraron las necesarias provisiones, camas de hospital y demás necesidades básicas para el caso de que la batalla se alargara. Dos días calculo como necesarios el optimista general Nivelle para romper las defensas alemanas, la realidad es que terminado el cuarto día de batalla los alemanes apenas habían retrocedido, con un costo de más de 180.00 bajas para el ejército Francés.

Tras el fracaso de la batalla de "Chemin des Dames", catástrofe que daba al traste con la tan publicitada “Ofensiva de Nivelle”, el desanimo acabó invadiendo a miles de soldados del ejército francés, que se negarían a volver a las trincheras ante la evidencia de un nuevo alargamiento en el conflicto. Tres años ya de una cruenta guerra como jamás se había conocido, y las noticias de una revolución rusa bolchevique que gritaba a los soldados que ese conflicto solo defendía el interés de otros, hicieron mella en la infantería.

Si los motines ya aparecieron de manera manifiesta anteriormente, el asunto llegaría ahora a su punto álgido llegando a ser conocida esta parte del conflicto como “La Primavera de los Amotinados”. El 29 de abril, unos doscientos soldados del regimiento de Infantería Nº 20 rechazan volver a las trincheras tras participar en los combates de “Moronvilliers”. Este primer suceso sería duramente reprimido. Al contrario de lo que el mando francés esperaba con un castigo ejemplarizante, este no haría más que incentivar nuevos motines. Entre el 15 de mayo y el 15 de junio el movimiento es masivo: mas de dos centenas de acontecimientos distintos, dos tercios de las divisiones afectadas y de 30.000 a 40.000 soldados implicados. Deserciones, desobediencia individual o colectiva a las órdenes, manifestaciones, reparto de panfletos, enfrentamientos con los mandos y oficiales, amenazas de marchar sobre París... todo ello mezclado con un alcoholismo rampante en las trincheras. Miles de soldados franceses colocarían la bandera roja en sus puestos, y con el puño en alto cantarían “La Internacional” ante los ojos atónitos de sus mandos. Por otra parte la presión civil, con duras huelgas en la industria, desestabilizarían un ya de por sí frágil parlamento francés.

Un desacreditado general Nivelle sería sustituido por el luego jefe de estado de ese "Régimen de Vichy" general Pétain, que reprimió con violencia esta situación (unas quinientas condenas a muerte), si bien no tuvo más remedio que rebajar esa cifra y acceder a algunas de las peticiones de la tropa como permisos suplementarios, mejores raciones alimentarias, reemplazo de veteranos...

A nuestro soldado la vergüenza se le clavo como esa bala que salió de su fusil. Pudo comprobar que el dicho era cierto: solo para los fusilamientos la tropa se encuentra en formación antes de la hora.

Senderos de Gloria.

No permitáis que la ambición se burle del esfuerzo útil de ellos

De sus sencillas alegrías y oscuro destino

Ni que la grandeza escuche, con desdeñosa sonrisa

 los cortos y sencillos hechos de los pobres. 

El alarde de la heráldica, la pompa del poder y todo el esplendor, toda la abundancia que da, espera igual que lo hace la hora inevitable.

Los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba”.

(Thomas Grey, "Elegía Sobre un Cementerio de Aldea", 1751)

Reconozco no ser un gran aficionado al cine. Ya desde pequeño me pareció que la mayoría de las películas pecaban de largas; supongo que algo tendrá que ver esa impaciencia de la que siempre mostré gala. Son pocos así los largometrajes donde realmente pueda encontrar ese gozo que se descubre al ser público de esa “representación de la virtud” que dicen es el arte. No deja de ser curioso (o tal vez no tanto) que, entre la filmografía que más me ilusiona, se encuentren dos películas del mismo director.

Cualquiera de esas terribles escenas anteriormente citadas de la I Guerra Mundial pueden servir de escenario para “Senderos de Gloria” (Kubrick, 1957). Adaptación al cine de la obra homónima de 1935 del novelista Humphrey Cobb, el libro se basaba en una noticia del "New York Times" publicada en 1934: las familias de cinco soldados (en algunos sitios leo cuatro) demandaban al gobierno francés por un fusilamiento injusto durante la I Guerra Mundial, tras amotinarse esos soldados luego de recibir las órdenes de capturar una posición militar imposible. La corte estimo el juicio militar como injusto, al descubrir que no se trató de ningún amotinamiento de esos soldados en concreto, sino de un escarmiento dónde esos pobres diablos fueron elegidos de forma arbitraria a modo de castigo para la tropa (el ejército francés y su ya larga tradición de escarmientos arbitrarios, ya conocerán algunos de ustedes el "Caso Dreyfus"). A dos de las familias les otorgaron un franco en compensación, a las demás nada. Cobb, veterano en esa I Guerra Mundial y conocedor de semejantes injusticias, escribió “Senderos de Gloria” furioso por esto. Tomaría el título para la novela del poema de Thomas Gray.

El hilo del filme será el espantoso presente y el desalentador futuro de unos hombres cuyas vidas se convirtieron, sin saberlo, en mercancía de intercambio para los egoístas intereses particulares del alto mando. Todo ello a través del pulso interno del protagonista, el Coronel Dax, interpretación magistral de un Kirk Douglas moviéndose entre la valentía, la indignación, la impotencia y la frialdad calculada hacía su tropa. Como escena clásica para la historia del cine (y suelo leer que en esta película hay unas cuantas) tenemos ese paseo por las trincheras durante el cual nuestro Coronel Dax pasa revista a esas tropas pendientes de saltar a morir: “¿Qué tal, soldado?, ¿dispuesto a matar alemanes?”. No puede decirles nada más, porque no sabe que más decirles a esos pobres hombres.

“Senderos de Gloria” fue censurada en gran parte de Europa, prohibido su visionado a los soldados norteamericanos en campaña. No fue estrenada en Francia hasta 1972 o en España hasta 1986, muchos años después de su estreno. Prueba todo esto de como esta película fue capaz de tocar en la llaga de estas terribles realidades de la guerra; no parece que Kubrick o Douglas estuvieran muy interesados en ser “políticamente correctos” o en el éxito comercial del trabajo (como curiosidad, parece ser que Douglas, aún siendo el productor y poniendo él la pasta, le dijo algo así a Kubrick como: “la película será un fracaso, pero tenemos que hacerla”).

Como les digo no soy un gran aficionado al cine. No les puedo hablar sobre ese gran trabajo de cámara del que leo que siempre hace gala Kubrick, sobre esos desplazamientos, planos secuencia, uso de claroscuros, concisión argumentativa en tres actos, de como la película se abre al género bélico a la vez que al judicial, etc... En esta ocasión para mí el disfrute es mayor al presentarme como un lego en la materia cada vez que vuelvo a visionar la obra:

Coronel Dax (CD.) - ¿Conoce usted el estado de mis hombres?

General Mireau (GM.) - Sí, naturalmente tendrán que morir algunos, muchos posiblemente…

CD.- ¿Ha calculado el porcentaje de bajas?

GM.- Sí, digamos que un 5% morirá en el primer envite, un cálculo muy generoso, otro 10% morirá en tierra de nadie y un 20% en las alambradas. Nos queda el 65% y con lo peor ya hecho. Pongamos que caiga otro 25% en la cumbre de la colina, aún continuaríamos con una fuerza más que suficiente para defenderla.

CD..- ¿Está diciendo que más de la mitad de mis hombres ha de morir?

GM.- Sí, es un precio terrible, coronel, pero tendremos la Colina.

CD..- ¿La "tendremos”, señor?

GM.- ¡Yo dependo de usted! ¡Toda Francia depende de usted!

CD.- No soy un toro, general, no me ponga la bandera de Francia delante para que envista.

GM.- ¡No compare la bandera de Francia con un capote de torero!

CD.- No he querido ser irrespetuoso con nuestra bandera, señor.

GM.- Quizás esté anticuada la idea de patriotismo, pero donde hay un patriota hay un hombre honrado…

CD.- No todos opinan así, el doctor Johnson decía algo muy distinto del patriotismo.

GM.- ¿Y se puede saber lo que decía?… ¿Quién era ese hombre?

CD.- Samuel Johnson, señor.

GM.- ¿Y qué tenía que decir ese tipo sobre el patriotismo?

CD.- Dijo que era el último refugio de los canallas.

Hace pocos días aquí en Menéame apareció enlace dónde se cuestionaba cuanto tiempo es necesario para olvidar un holocausto . Temo que menos de lo que a algunos nos gustaría. Ahora que aquí, ahí y más allá las banderas vuelven a servir de capotes en manos de algunos charlatanes, ahora que esos mismos escenifican con la debida foto en redes sociales su amor por los propios símbolos bélicos y “de orden”, ahora que hemos podido ver de nuevo las prácticas de tiro de alguno en camisa y tirantes, ahora que muchos rinden alabanzas a este patriotismo mal entendido, ahora pues es cuando películas como “Senderos de Gloria” deberían retomarse como respuesta.

Si no ha visto la película aún, no pierda la oportunidad, el final es una delicia y un canto de esperanza a eso lo que nos une.

Los senderos de gloria no conducen sino a la tumba.

Nota: Kirk Douglas falleció el pasado 5 de febrero a la edad de 103 años. Este es mi pequeño homenaje a su interpretación del "Coronel Dax" y a su valentía al producir esta maravilla del cine.