Lazarillo de Tormes, y el padre que lo engendró

Como señaló hace nada nuestro buen @SkaWorld, parece que no eras nadie en el siglo XVI si no se te ha atribuido el Lazarillo de Tormes en algún momento, y no le falta razón. La paternidad de esa obra ha sido imputada, con distintos grados de fundamentación a casi todos los autores que hayan escrito algo entre 1530 y 1590, e incluso a algunas personas de quienes no tenemos constancia de publicasen o escribiesen nada. Ocurre lo mismo con el famoso Quijote de Avellaneda, cuyo padre vaya uno a saber quién es. Vamos a comentar aquí algunas de las atribuciones del Lazarillo de Tormes, porque comentar todas sería imposible.

Fray Juan de Ortega

De este fraile y luego general de la orden de San Jerónimo no consta ninguna obra literaria, con lo que no se puede hacer ninguna clase de contraste textual de empaque. La atribución procede de un rumor recogido por fray José de Sigüenza en su Historia de la Orden de San Jerónimo (1605), donde al hablar de Ortega nos informa de lo siguiente:

Dicen que siendo estudiante en Salamanca mancebo, como tenía un ingenio tan galán y fresco, hizo aquel librillo que anda por ahí, llamado Lazarillo de Tormes, mostrando en un sujeto tan humilde la propiedad de la lengua castellana y el decoro de las personas que introduce con tan singular artificio y donaire, que merece ser leído de los que tienen buen gusto. El indicio de esto fue haberle hallado el borrador en la celda, de su propia mano escrito

Que tuviese una versión manuscrita lo único que significa es que tenía un manuscrito. La obra circuló mucho, y como acredita José Caso, también en forma manuscrita. Juan de Ortega habría hecho una copia para sí mismo, como tanta gente hacía copias de obras para consumo propio. La fecha de composición del Lazarillo (1546-48) es incoherente con su escritura en los años mozos de Ortega.

Diego Hurtado de Mendoza

Este aristócrata, diplomático, y escritor fue propuesto en 1607 por el bibliógrafo Valerio Andrés Taxandro como autor de la obra, señalando que la hizo de joven siendo estudiante en Salamanca. En años recientes, Mercedes Agulló recuperó esta propuesta en base al inventario de bienes del editor Juan López de Velasco, que fue albacea de Diego Hurtado de Mendoza. En ese inventario figura Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia. De aquí ha querido entender Agulló que el Lazarillo sería de Hurtado, sin atender a dos hechos que cuestionarían esta propuesta: el Lazarillo se editó castigado en 1573 junto con la Propaladia de Torres Naharro por parte de Juan López de Velasco, con lo que habría que proponer a Hurtado como autor también de la Propaladia; y segundo, que el legajo no está claramente identificado como correspondiente a los bienes de Hurtado. Lo más probable es que ese legajo de correcciones fuera del propio Velasco. Si fuera de Diego Hurtado, entonces lo que tendríamos es que Diego ejerció de censor del Lazarillo y la Propaladia por encargo de Velasco.

Alfonso de Valdés

Este caballero conquense, secretario de cartas latinas del emperador Carlos V, ha sido propuesto como autor por parte de Rosa Navarro Durán. Se basa para ello en ciertas coincidencias léxicas entre el Lazarillo y las obras de Alfonso de Valdés, pero que si se miran con lupa resultan carentes de fundamento, pues esas mismas palabras están también en otros autores, y con mucha mayor presencia. El ejemplo más grotesco es el del verbo desmandar. El CORDE nos ofrece para este período 108 usos en 25 documentos, tan sólo para el período 1525-1535. Fray Antonio de Guevara usa en 22 ocasiones alguna forma del verbo «desmandar»; Oviedo y Valdés, 21 veces; Bartolomé de las Casas, 23 usos; Alfonso de Valdés, en cambio, sólo usa 1 vez «desmandar». Además es físicamente imposible que Valdés escribiese esta obra, cuya fecha de composición se puede situar en el período 1546-48, fecha en que Valdés llevaba una década muerto y enterrado. Navarro incluso invierte correlaciones cuando le conviene. En el episodio del escudero, la historia del "bésoos las manos" es una variación de la carta de Guevara al obispo de Palencia. Las cartas de Guevara se publican por primera vez en agosto de 1539, con lo que Navarro supone que Guevara conoció un manuscrito del Lazarillo, en vez de que el autor del Lazarillo leyó la popularísima obra de Guevara.

Juan Luis Vives

Francisco Calero propuso que Vives es el padre del Lazarillo, pero la atribución falla en lo mismo que la de Valdés: imposibilidad física. El Lazarillo no se escribe antes de 1546, y el insigne valenciano llevaba entonces un lustro muerto. Además, Juan Luis Vives nunca publicó nada en castellano. Todas sus obras, como corresponde a un buen sabio humanista, están en latín. Hay una excepción, que es una obra que no llegó a verse impresa: una epístola a los jurados de Valencia donde les explica cómo ha de ser el buen gobierno de la universidad. Esta carta, por referencias como Mayans, sabemos que la escribió en valenciano (sermone lemovicense, apunta Mayans).

Juan de Arce de Otálora

Otro de los sospechosos. Juan de Arce de Otálora era un respetable jurista, que llegó a ser juez en Granada, y oidor de la Real Chancillería de Valladolid, en su ciudad natal. Este humanista de enorme cultura es autor de unos diálogos muy interesantes que llevan el título de Coloquios de Palatino y Pinciano, desconocidos hasta fechas bastante recientes. Los diálogos son brillantes en su forma de escribir, y también son una gran fuente de conocimiento de la realidad cotidiana del período 1550-1560. El gran problema con Juan de Arce es que su obra es tan extensa que cualquier cotejo léxico frente a títulos de la época arroja un alto número de falsos positivos, ya que casi no hay palabra que no haya usado Arce de Otálora. Atendiendo a parámetros léxicos, específicamente al filtro del uso de las conjunciones adversativas, que son un inconsciente lingüístico, nos encontramos con que Otálora no tiene nada que ver con la forma de escribir presente en el Lazarillo: donde en el Lazarillo casi todo es "mas" y hay un par de "peros", en los Coloquios tenemos un abundantísimo uso de "pero".

Francisco de Enzinas

Este protestante burgalés ha sido propuesto en base a criterios lingüísticos, ideológicos, y geográficos. Enzinas coincide en sus últimas obras con el uso de "mas" y "pero" observado en el Lazarillo de Tormes, así como en la Segunda Parte del Lazarillo de Tormes. En cuanto a tramos de uso de las adversativas, hay otros dos autores que encajan igual de bien: Juan de Jarava, médico y filósofo afincado en Flandes, y Pedro de Cieza de León, cronista de Indias que volvió a España en 1551. Ideológicamente, Enzinas era un hombre de la Reforma: discípulo de Melanchthon, correspondiente de Calvino, amigo de Oporino, Ochino, y Vermigli, y ya en su De statu Belgico deque religione Hispanica había hecho un fortísimo alegato contra las bulas y los bulderos, que coincide casi puntualmente con un pasaje del capítulo quinto del Lazarillo. Sería poco probable que el autor del Lazarillo conociese el De statu Belgico de no ser Enzinas, ya que no publicó esa obra en vida, y la primera versión conocida es una traducción al francés hecha en Estrasburgo con pie de imprenta falso, publicada en 1558. No consta en la abundante correspondencia de Enzinas que le hubiese hecho llegar su manuscrito a nadie.

Geográficamente, Enzinas también coincide en el perfil. La primera y más importante circulación del Lazarillo de Tormes se produce en Flandes, zona por donde se movía Enzinas, y con focos que oscilaban entre el erasmismo radical y el protestantismo. El Lazarillo se imprimió en Amberes dos veces en 1553, otra en 1554, otra en 1555 con la Segunda Parte, otra vez en 1556, y seguramente más veces aunque no tengamos registros de las mismas. También consta, por una referencia del bibliógrafo duque de T'Serclaes la existencia de una edición de 1550 impresa fuera de España, que ordinariamente hace pensar en Flandes, gran zona del comercio e impresión de libros.

Estas son algunas de las propuestas de atribución del Lazarillo de Tormes, pero hay muchísimas más: Juan de Timoneda, Pedro de Rhúa, Gonzalo Pérez, el Comendador Griego, Lope de Rueda, Francisco Cervantes de Salazar, Alejo Venegas...

Lo más interesante de que haya tantas atribuciones, es que con cada una de ellas se le saca una lectura nueva a esa pequeña gran obra.