Si no es Rivera, será otro... ¿Peor?

Veo por aquí muchos ataques últimamente contra Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, y me parece lo más normal: además de ser de derechas es radicalmente antinacionalista, con lo que, grosso modo, reúne la enemistad de aproximadamente el 85% de los usuarios de este sitio.

Como todo el mundo se siente aquí muy importante, cada cual afina su ingenio lo mejor que puede para, en la medida de sus posibilidades, desgastar al nuevo enemigo. Todo correcto.

Sin embargo, me gustaría dejar constancia, pro si a alguien le sirve, de que el signo de los tiempos es otro, y que la caída de Rajoy, precisamente ahora, puede ser un veneno para la izquierda.

Pedro Sánchez puede encontrarse en la situación de Herbert Hoover, aquel Presidente americano que ganó las elecciones de 1928 con un montón de planes y se encontró, poco después de tomar posesión, con la Gran Depresión de 1929.

El petróleo se acerca a los 80 dólares, comiéndose vía factura energética la mitad del crecimiento de nuestro PIB.

Las pensiones de este año se pagarán con un préstamos de 22.000 millones de Euros.

El endeudamiento de España es de casi un billón, justo cuando Mari Draghi está pensando en empezar a subir los tipos de interés. Se anunció para septiembre aunque puede retrasarse un poco. Cada punto nos costaría 10.000 millones.

El problema nacionalista, regionalista, cantonalista no parece atenuarse.

La automatización avanza a pasos forzados abriendo una brecha mayor de desempleo y desigualdad salarial. Las causas son mucho más, pero no perdáis esta de vista.

Europa no parece muy complacida con nuestros embrollos, y menos si le sumamos al nuestro el embrollo italiano.

Y los tiempos no acompañan a un reverdecimiento de las políticas sociales. No perdamos de vista el Brexit, Donald Trump, el descarnado pasteleo de Macron con la banca, el triunfo de la Liga en Italia, etc. Por no hablar del Este de Europa...

Sería bueno tener en cuenta que el calendario electoral probablemente se ha dado la vuelta: ya no van a ser primero las municipales y autonómicas y luego las generales: ahora es muy probable que sea al revés, y eso lo cambia todo.

La gente que votaba a la derecha, va a seguir votando a al derecha, encarnada por Rivera, si tiene suerte, o por otro, si no la tiene. Las banderas españolas que Puigdemiont sacó a la calle no van a regresar al baúl de un día para otro: si Puigdemont descubrió que la estelada vende, otros han descubierto que la rojigualda también vende lo suyo, y el primero que ceda un miligramo en ese sentido se va a llevar una hostia como un campanario. Y lo sabe. Lo saben en el PP, lo saben en Ciudadanos y lo saben en el PSOE. En Podemos creo que los sospechan, pero es que sin las mareas regionales se quedan en nada, y por eso andan a ver si se puede nadar y guardar la ropa.

Albert Rivera se ha subido a ese carro, y caso os digo que más vale que sea él y no otro el que obtenga esa cosecha, porque como se abra un hueco para un verdadero partido ultraderechista tipo Marine Le Pen, entonces si que vamos a tener una fiesta. Los que os pasáis la vida diciendo pro aquí que Rivera es un fascista, me temo que no tenéis ni idea de lo que es un fascista de verdad, y hasta sospecho que, a fuerza de jugar con la palabra, os lo tragaríais con patatas si aparece bien envuelto. De eso parecen ir los tiempos. De eso parece ir la música.

Y a eso temo yo: a que en lugar de un Rivera, que viene a ser un Macron catalán, se nos cuele algún Orban con piel de cordero, alguna Frauke Petry de sonrisa encantadora o algún Heinz Strache vestido de no sé qué.

Y entonces nos vamos a enterar de lo que significan ciertas palabras.