Los pobres como arma de destrucción masiva

Aunque el punto de partida es la avalancha de pateras que está llegando a Canarias, hoy no voy a hablar de inmigración. Alguna vez, me parece, habría que analizar lo que hay detrás de estas avalanchas y cómo algunos gobiernos poco amistosos, en este caso el de Marruecos, utilizan los pobres como arma de presión contra gobiernos débiles.

Sucedió ya con Libia en Lampedusa. Sucedió y sucede con Turquía en Lesbos. Y ahora nos sucede aquí, a nosotros.

La cuestión está en que los gobiernos pocos escrupulosos del sur del mediterráneo han descubierto que a Occidente le horroriza que les envíen avalanchas de gente sin recursos, y que pueden utilizar ese miedo para obtener contraprestaciones o directamente dinero, contante y sonante, a cambio de controlar las salidas.

Si la inmigración fuese positiva para el país que la recibe, como dicen algunos comeflores, y viniesen a pagar nuestras pensiones, a crear sociedades más cosmopolitas y mejorar nuestra gastronomía,esta presión sería imposible. De hecho, estaríamos agradeciendo públicamente a Marruecos el tesoro de diversidad que nos envía. Pero como resulta que esas ideas no son más que chorradas de lobo con piel de cordero, Mohamed VI y Erdogan utilizan los pobres para desestabilizar y chantajear a los gobiernos europeos.

¿Cual es la mecánica? Esos países exigen prebendas o dinero. Si se lo das, controlan sus fronteras con mano de hierro durante un tiempo, y cuando quieren volver a hacer caja, relajan sus propios controles fronterizos para que una nueva avalancha de pobres se lance sobre Europa. La mecánica es que nos utilizan como cajero automático: meten un pobre y sacan un billete. Funciona así, ni más ni menos.

La contraseña de la tarjeta es SOLIDARIDAD.

Cada vez que la escriben, clinc, clinc, suena la caja.

Y mientras siga sonando, lo seguirán haciendo. ¿Por qué no?