La constante desaceleración de la productividad en las economías avanzadas se ha convertido en complejo rompecabezas para economistas y políticos, que ven peligrar el crecimiento económico, paradójicamente, en una era que parece estar plagada de avances tecnológicos. La productividad importa porque es el principal motor de la economía para garantizar una mejora constante de los estándares de vida de la población, y en los países desarrollados este indicador muestra una tendencia preocupante de la que España no escapa.
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