Puticlub con karaoke

-No puede ser verdad, no me jodas -exclamó Servando pisando el freno del Opel Corsa.

Emilio, su compañero de andanzas y de campaña, soltó un resuello: estaba a punto de quedarse dormido y el frenazo lo había sobresaltado.

-¿Qué ha pasado? -preguntó.

-¿No has visto eso? -señaló Servando por la ventanilla, indicando hacia atrás con el pulgar.

-No, tío. Iba ya medio dormido...

Estaban en una nacional. Servando se metió en un camino vecinal, avanzó veinte metros, espoleó la mala hostia de dos perros guardianes que cumplieron con su convenio colectivo ladrador, y se reincorporó a la carretera, pero en sentido contrario. Una maniobra habitual en cualquier campaña electoral.

-Es que eso tienes que verlo, joder. -insistió.

Y así fue, porque en menos de dos minutos estaban ante el letrero de neón verde. Uno de esos verdes que podrían haberse reciclado de una farmacia de no ser porque las farmacias, a día de hoy, son mucho mejor negocio que los clubs de carretera.

ASIAN LOVE - CLUB & KARAOKE, se atrevían a componer las letras del cartel. El guión era blanco y el símbolo originalmente romano del "et", hoy anglosajón por asalto, era un enorme carácter rojo que ponía la guinda, o el tampón, al conjunto narrativo. Por lo dwemás, el edificio parecía haber sido construido a medio camino entre una palloza leonesa y un palacio gitano.

-¡No me jodas, tío! ¡Esto es el puto infierno!-exclamó Emilio sacando el móvil para hacerle un para e fotos al letrero.

-Guarda el teléfono, anormal. ¿Tu sabes la que nos cae si llega esta foto a la sede del partido? Nos cortan las pelotas.

Emilio se convenció, en medio segundo, de que su amigo tenía razón. Pero no se dio por vencido.

-Aquí hay que entrar a tomar una copa. O una Cocacola. O lo que sea. Pero hay que entrar, macho.

Servando se alegró de poder darse el gusto sin tener que proponerlo él. Para eso era bueno ir con Emilio: siempre era el primero en proponer todas las mierdas que les apetecían a ambos.

Nada más abrir la puerta les golpeó en la cara la voz de una china cantado el preso número 9

La chavala le ponía corazón pero era obvio que no entendía una mierda de lo que cantaba, porque intentaba sonreír, bailar y marcar el ritmo con las nalgas al llegar al estribillo.

La concurrencia, que no era ni tan poca ni de aspecto tan rústico como Emilio y Servando esperaban en aquellos andurriales, aplaudió a rabiar all concluir la canción. La china menudita se sentó junto a un maromo barbudo que la sobaba al por mayor y otro tío, con barba y camisa a cuadros, ocupó el lugar de la chica en el escenario.

-A ver... ¿Qué queréis que os cante hoy? -atronó el tipo por el micrófono.

-¡¡El himno del camionero!! -gritaron cinco o seis hombres y sus respectivas parejas, pequeñas, delgadas y sonrientes.

-venga va. El himno del Camionero, por Mauricio el de Trujillo. ¡Dale pincha!

Y empezó.

Servando y Emilio comprendieron que si se reían se ganaban una mano de hostias. Pero es que si no se reían reventaban. El término medio fue simular que se interesaban por dos chicas que habían aterrizado en las proximidades de sus banquetas...

-Hola guapos... ¿invital a copa? -preguntó la que parecía más joven. Y no parecía menor de treinta.

Ellos asintieron, haciendo un gesto al barman, que los miró desconfiados mientras servía dos cubatas con whisky de marca desconocida y cola de renombrado garrafón.

-Vosotros no sois de por aquí, ¿verdad? -preguntó el camarero, que por alguna razón tenía pinta de ser también el dueño.

-No. Vamos de camino a Madrid -explicó Emilio.

-Estamos de campaña electoral -añadió Servando.

-¿Y puedo preguntar para qué partido? -preguntó el camarero.

-No, ni de broma. Eso no te lo podemos decir.

-Pues vaya propaganda de mierda que hacéis, joder -se burló el camarero. Y los cinco se rieron. Digo los cinco porque las chicas no se habían enterado de nada pero se unieron a las risas.

-Es que aquí no es plan... intentó justificarse Servando.

-¿Como que no? Esa fue mi idea de negocio, y se puede aplicar a la política. Sobre todo a la política.

-¿Cual?

-Que la gente todavía quiere caer más bajo. Y que daría lo que fuese por caer más bajo. Ir de putas ya es chungo, ¿no?

-Un poco- reconoció Emilio.

-Pues no es bastante: si las putas son extranjeras da peor rollo, por lo que puede haber detrás, ¿verdad? Pues viene más gente. Si encima traes putas sin tetas, es completamernte increíble, pero viene más gente aún. Y si encima son tías con estudios, ya lo llenas. Putas, chinas, sin tetas y con estudios, ¡es lo más! -gritó el barman entre risas.

-Nos estás tomando el pelo, joder -siguió Servando la broma.

-Que no. Que la gente paga lo que sea por caer aún más bajo. Por degradarse tres peldaños por debajo de la mierda. Como todo eso no era bastante, se me ocurrió poner el karaoke. Y os juro que es la hostia. Ya lo veis, un martes de febrero a las once de la noche... ¡Ni en Las vegas!

Emilio y Servando echaron un vistazo a su alrededor y contaron, a ojo, cuarenta personas. No estaba nada mal.

-¿Y cómo podrías caer aún más bajo?- preguntó Servando.

-Invitándoos a una ronda y a un polvo a vosotros, que ya sé de qué partido sois, porque dejásteis los carteles en el asiento de atrás. Mañana lo cuelgo en Facebook. -se burló el camarero, señalando a su espalda, donde estaban las pantallas de las cámaras de seguridad del aparcamiento.

El resto es historia reciente porque salió en las noticias y llegó a portada en Menéame.

Si Emilio y Servando follaron entre ellos, con las chinas, o pusieron el culo para el camarero, pertenece aún al secreto del sumario.