#28 Cada vez que oigo declaraciones de algún pez gordo, usano diciendo que después de Ucrania, Rusia irá a por el resto de Europa y que hay que meter más armamento y más dinero, me entran ganas de cagarme en su puta vida.
¡Cabrones! Metiéndonos en la mierda ustedes que están en el otro lado del planeta.
El alcance del canal de Eugenio Monesma es sorprendente. Incluso mi jefe británico, que no sabe ni "hola" en español y muestra cero interés en temas culturales, está completamente enganchado. Ayer, en el noroeste de Inglaterra, me vino todo emocionado con su teléfono móvil para enseñarme el último episodio: "The esparto grass. Manual transformation and braiding of this plant into ropes". Se le iluminaba la cara mientras me hablaba sobre cómo transforman y trenzan a mano esta planta para hacer cuerdas.
Ya tuvimos a "La generación que no pudo comprar de un piso", ahora "La generación que no puede pagar el alquiler de un piso", sin olvidar a "La generación que trabajando 40 horas no llega a fin de mes"...
¿A dónde vamos y sobre todo, cuál es la solución? ¿Seguimos esperando a que nos expriman más o nos plantamos?
Al principio me pareció un rollo. Le seguí dando una oportunidad, leyendo y leyendo a ver si daba la vuelta, pero al final dije basta.
Para mí, un libro de autoayuda más, de esos que ya sabes con la primera página, como va a terminar el capítulo.
"Ortega Smith se encara a Almeida por no dejarle subir al escenario"
Podría ser perfectamente, la frase que le dice el profesor de primaria a la directora del colegio cuando lleva a los dos alumnos de la mano a la oficina de esta
#13 Empiezas contestando agresivamente con "a ver si tienes huevos", continúas llamándolo "pijo" y todavía tienes las pelotas de quejarte? Hay que joderse.
Me viene el recuerdo de una vez que estábamos en el campo asando carne y bebiendo vino toda la mañana. Cuando a media tarde decidimos retirarnos, para mi entender ya se me habían pasado los efectos del alcohol, aunque dudaba que al 100%, así que bajamos del monte y ahí de frente me topo con la policía local que me manda a echarme al arcén. Seguramente apestaba a vino y a carbón y obviamente, la policía no es tonta. Le vamos a hacer un control de alcoholemia, me dijeron. De acuerdo, conteste. ¿Ha tomado usted algo? No, este pestazo es una colonia que se me avinagro por no usarla. Para no liarme, me preguntaron si tenía algún problema en aparecer en la revista mensual de la policía local. Por ese entonces no existía internet. De broma, les pregunté que si de gratis. Bueno, ya veremos, me respondieron. Bueno, sí, acepto. ¿Qué iba, a negarme? Solo podía perder. Ya me tenían arrinconado, sentado en el furgón, con el soplador en la boca y el otro apuntándome con una cámara réflex analógica. Total, que di positivo por unas décimas. Cuando en mi cabeza ya estaba haciendo cuentas de cuanto me iba a costar la bromita, me preguntaron que donde vivía. A quince minutos de aquí, respondí. Me dieron una palmadita en el hombro y me dijeron que siguiera y me agradecieron la colaboración. Ese día me tocó la lotería.
No me quedó claro si Paola no quería mostrar su rostro o es que no cabían ella y la reportera juntas.
Vaya timo, 12 metros es una habitación. Ridículo.