Tripulantes que no hablan, un médico que deambula misteriosamente por la nave, un sauna secreto y una banda musical que ensaya en un helipuerto. Cómo es la rutina de los activistas que navegan desde el Atlántico norte para denunciar a los pescadores que arrasan con el océano y reclaman un tratado que proteja al menos el 30% de nuestros mares.