Hasta el siglo XIX, muchos faros eran básicamente torres que en su cima tenían luces llameantes alimentadas por leña o carbón (es lo que en Galicia se conocía antiguamente como "fachos"), y más adelante llegaron las lámparas de gas o de aceite. El problema para amplificar y focalizar la luz de estos antiguos faros es que haría falta una lente enorme, muy gruesa y muy pesada, lo que dificultaría su rotación. En 1822 el físico francés Augustin-Jean Fresnel revolucionó los faros marítimos con una solución a ese problema: la lente de Fresnel.