Todología con los 12 monos
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El poder: ¿estados o multinacionales?

El poder (político, se suele omitir) reside en la punta de un fusil. O en la bocacha, o en plural, la afirmación de Mao (Zendong, Tse Tung) ha sido repetida en formas similares igual que la transliteración de su propio nombre y recogida por otras diversas voces.

Otro lugar común es el de la “correlación de fuerzas”, que en mi opinión es el intercambio desde el que el poder finalmente se origina.

Pero yo me vengo a referir a la valoración del Coronel Pedro Baños en relación a esa correlación de fuerzas.

En alguna de las numerosas intervenciones públicas recuerdo que fue preguntado sobre el escenario actual, que sin duda conoce mucho mejor que otros tantos, sobre si las multinacionales estaban en condiciones de ejercer su poder por encima del estado o, por el contrario, son los estados los que tienen bajo su control a tales entes privados. Transnacionales, corporaciones…

Su respuesta, razonada, es que en el momento actual, por su infraestructura, el poder aún está al final en manos de los estados, resumidamente. Pero sobre su afirmación caben a mi entender diversas apreciaciones:

En primer lugar cabría discernir qué estados. Porque presentan muy diversas capacidades, desde los estados fallidos a la potencia hegemónica del momento. No todos están en las mismas condiciones.

Y en segundo lugar, y más importante aún, cabe preguntarse quién controla finalmente a los estados. Desde luego es difícil pensar estando mínimamente informado que la voluntad popular resulta, ya no decisiva, sino realmente relevante ante determinadas decisiones.

Otra lectura invita a analizar los mecanismos y entresijos de lo que se ha venido a llamar el “estado profundo”, desde la expresión anglosajona “deep state”. Que a su vez provendría se ejército de funcionarios de muy diversos rangos que permanece inamovible elección tras elección más allá del resultado.

Y por último es imposible despreciar el papel de los estados en defensa de “sus” grandes empresas. Las comillas vienen a señalar el hecho de que los grandes conglomerados empresariales están finalmente en manos de accionistas que difícilmente representan intereses nacionales por delante de intereses de clase, aunque eso puede también ser bastante heterogéneo a lo largo de las distintas latitudes.

No se puede olvidar por ejemplo todo el papel jugado en la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica por parte de grandes empresas estadounidenses, y todavía.

Nada de lo hasta aquí dicho contradice la afirmación del coronel aquí expuesta, aunque ya en los años 20 los estudios de Hollywood contaran con fuerzas de seguridad privadas y hoy en día, un siglo después, las grandes potencias se valen de lo que técnicamente son empresas privadas de mercenarios en determinadas circunstancias antes que de tropas regulares, aunque por otros motivos.

Tampoco se puede ignorar el papel de los diversos lobbies y think tanks, grupos de presión, y del poder mediático en general, actores políticos de primer orden con los que el capital ejerce, como decía el personaje de Daniel Day Lewis en Gangs of New York, “el voto de la minoría”.

Pero sí, aceptemos que el poder se ejerce por parte de los estados como asevera Baños. Aceptemos la reflexión de Mao sobre el origen de dicho poder, con el tipo de violencia que ello implica. A la fuerza ahorcan, al fin y al cabo.

Pero la gran pregunta, que al final encierra el potencial para revertir el signo de la respuesta es:

¿Y quién controla los estados?

¿Seguro que desde occidente no estamos cayendo en un falso dilema al plantear esa disyuntiva entre estados y multinacionales?

El error no está en la respuesta, está en la pregunta. Y no es baladí porque en cierto modo la respuesta que le demos va a configurar nuestro perfil político en gran medida: aquellos que sientan que la opresión proviene del estado se alinearán con posiciones más liberales y los que perciban que esa opresión proviene de multinacionales o del poder económico seguramente se acerquen a posiciones más socialistas.

Lo cierto es que es el poder económico el que actúa en gran medida a través de los medios y multinacionales y éstas a través de los estados.

Se podría concluir que en tiempos de “paz” el poder es económico, lo cual socava en parte la afirmación de Mao. Pero lejos de vaciarla de contenido en realidad la confirma: las revoluciones van de subvertir el orden establecido, político y económico. Y la violencia, en una forma u otra, ejercida o tácita, tiene un papel ahí como bien señala en sus palabras.

lPero es que aún podemos rizar el rizo, Napoleón tenía muy claras las tres cosas que hacían falta para ganar una guerra: dinero, dinero y dinero. Cabría preguntarse entonces qué es exactamente el dinero, pero ya sería objeto de una reflexión aparte.

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El conflicto de interés

La ocasión hace al ladrón. Al menos eso dice la sabiduría popular. Desde una aproximación más académica, la criminalística establece que todo crimen requiere de móvil, medios y oportunidad. También desde el punto de vista de la tradición bíblica se exhorta a alejarse de la tentación, identificada como la puerta de entrada al pecado. En cierto modo, todo ello guarda relación con la reflexión acerca del asunto que motiva estas líneas: el conflicto de interés.

Se puede encontrar definido de esta manera: Un conflicto de interés es aquella situación en la que el juicio del individuo -concerniente a su interés primario- y la integridad de una acción tienden a estar indebidamente influidos por un interés secundario, de tipo generalmente económico o personal. 

La propia definición que se ofrece puede ser ampliamente cuestionada, particularmente en lo tocante a las prioridades. Está por ver cuál sería realmente el interés primario y secundario de cada individuo y cada caso.

Pero, ¿por qué ocuparse de este asunto? Una reflexión cuidadosa conduce a identificar que esa situación se halla en la raíz de muchos y muy variados problemas en relaciones diversas de esta sociedad. En pocas palabras, está en todas partes. Precisamente por hallarse en el núcleo de las relaciones económicas que, como bien sabemos, actúan casi en cada uno de los aspectos de nuestras vidas.

La relación entre empleador y empleado. La relación entre empresa y cliente. La relación entre médico y paciente. Las relaciones de pareja o amistad. Todas ellas están sometidas en mayor medida a conflictos de intereses como veremos a continuación. Hay un conflicto de interés fundamental que propaga sus efectos a toda relación dependiente de él, y eso es, a toda relación: el conflicto de interés entre el individuo y el colectivo.

No es difícil percatarse de ello, aún viviendo completamente inmersos en una "lógica" que abarca cada rincón de la sociedad. En el mundo laboral tal vez sea donde se ve de forma más evidente: la pugna constante entre patronales y sindicatos, unos en favor de los derechos de los trabajadores, otros en pos de mayores beneficios en su cuenta de resultados. Luego, el empresario, se ve en la tesitura de lidiar con intereses contrarios. Por un lado, como cualquier persona razonable, debiera ser natural que quiera proveer a sus trabajadores de unas condiciones laborales y remuneración dignas. Por el otro, cada céntimo que invierta en ello se resta directamente de sus beneficios, de los de la empresa, de los personales o de ambos. Pero no acaba aquí la cuestión, a buen seguro cualquier empresa se enorgullece de dar un buen servicio o producto a sus clientes. Pero cada céntimo que dedique a ello va, de nuevo, en detrimento de su cuenta de resultados.

Lo cierto es que tal como está planteado actualmente no hay conciliación posible. Estamos funcionando los unos contra los otros con unas "reglas del juego" de las que la sociedad se ha dotado para civilizar en cierta medida la contienda. Carrera, enfrentamiento, pugna, lucha, guerra, son términos que describen en diferentes grados un mismo concepto.

Veamos otras partes. También el trabajador se halla atrapado es esta lógica perversa. Así, cuando un cliente de su empresa requiere de su asesoramiento es fácil que detecte que los intereses del cliente y los de la empresa caminan en sentidos opuestos. También en relación a la empresa, que le remunera por sus servicios, se reproduce de nuevo la situación. Incluso entre trabajadores hay dos tendencias fundamentalmente opuestas como son las actitudes de compañerismo y de competencia. Los clientes tampoco se libran. Al final se convierte todo en una competición, estafar o ser estafado, en distintos grados.

Huelga decir que en toda relación que no es ecuánime hay una parte fuerte que es la que siempre sale beneficiada de la aplicación de lógicas como la descrita. Bueno, al fin y al cabo sólo es dinero. Sin entrar a valorar la ligereza de la afirmación previa, veamos cómo el asunto contamina otras esferas. Pasemos a esa parte del mundo laboral que es la sanidad privada. Y aquí, por extensión, se puede pensar en la industria farmacéutica. Y es que, al final, el sueldo de mucha gente depende de que haya enfermedades. Y, por lo tanto, a más enfermedades, más negocio, más beneficios. No es difícil por lo tanto entender porqué existen casos de dentistas diagnosticando caries fantasma o psicólogos y psiquiatras estableciendo diagnósticos poco menos que cuestionables. O médicos prescribiendo tratamientos pensando más en la factura que generan que en el propio cuadro clínico. Todos ellos se hallan bajo un severo conflicto de intereses. O bajo el influjo de la tentación. O, visto de otro modo, como al ladrón, se les ha brindado la ocasión.

Lo cierto es que ninguno somos ángeles. No somos perfectos. Lo que nos diferencie tal vez a unos de otros, entre muchos otros factores, sea la voluntad para corregirnos respecto a un ideal perseguido. Si ese ideal no es compartido, poco hay que hacer. Y lo que tendremos, como ahora, es un montón de individuos pero en ningún caso un colectivo.

Un colectivo requiere una meta común y la comprensión de que el de en frente es en cierto modo uno mismo. Fuera de eso, todo lo que existe son esfuerzos que se anulan unos a otros, sin orden ni concierto en un resultado que roza lo estéril. Eso es lo que sucede en las guerras, lo que se disparan entre un bando y el otro es dinero, trabajo, esfuerzo. Es el desbaratamiento de recursos más absurdo que existe. Claro que, para el vencedor, que se apropia de los recursos del vencido, es un negocio redondo. Siempre que quede algo de lo que apropiarse, claro.

Los soldados han sido por definición los que se han visto sometidos históricamente al conflicto de interés que conlleve posiblemente la mayor tensión. Entre la defensa de su país o unos ideales y el propio instinto de supervivencia. Eso se ha resuelto en el pasado vía reclutamiento obligatorio y ejecución de los desertores. Y entre muerte o muerte, ya no hay conflicto ninguno. Hay una cita que me gusta mucho, por esclarecedora, que recuerdo con precisión a salvedad de su autor: Antes, cuando las fortunas se hacían en la guerra, la guerra era un negocio. Ahora, que las fortunas se hacen en los negocios, los negocios son la guerra.

Lo cierto es que, en gran medida, no hemos dejado de estar nunca en guerra. Otra cita cuyo autor también ignoro subraya que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Ambas señalan lo mismo: lo único que ha cambiado son las formas. El fondo de la cuestión sigue siendo en gran medida el mismo. Claro que hay unas leyes propias de la civilización, por supuesto. Pero al final lo que se condena no es actuar al margen de la ley, lo que se condena es que se sorprenda a alguien haciéndolo. Por lo menos, al margen de otros juicios menos terrenales, si los hubiera.

Cualquier sociedad sana que quiera aspirar a una cierta armonía con el medio que le rodea y entre sus propios integrantes ha de subvertir necesariamente la mencionada lógica. La competencia, piedra angular del capitalismo, aboca a tales conflictos sin remisión. Evidentemente es la parte fuerte de la relación la que obtiene beneficio del desarrollo en ese marco. La desigualdad en dicho marco, además, sólo conduce a mayor desigualdad. Y el propio exceso de poder es la semilla misma de la corrupción, cuando no de crímenes peores. Es por eso que cada uno debe ser el guardián de su hermano. No podemos anular el móvil del crimen, todos somos débiles ante la tentación, y tampoco podemos renunciar a todos los medios para ello, ambas cuestiones están en nuestra propia naturaleza. Tal vez podamos establecer los mecanismos para que la oportunidad no tenga lugar.

Los defensores a ultranza de la libertad es posible que vean en tales propuestas sus derechos conculcados. Pero eso está muy lejos de la verdad, lo que realmente temen es ver sus privilegios restringidos. La libertad es quizás la mayor mentira con la que comulgamos. La libertad es eso que disfrutan los explotadores a costa de los explotados. Las leyes, desde cierto punto de vista, son la renuncia a la libertad más fundamental. En realidad son la manera de garantizar cierto grado de libertad a todos por igual. O eso deberían ser.

No se ha mencionado aún las relaciones interpersonales tales como la amistad u otras. No están al margen de la lógica económica que se filtra en cada una de nuestras decisiones y se desarrollan bajo impulsos análogos.

Al final hay una regla de oro que vale para todo: haz a los demás lo que quieras que ellos te hagan. Desde ahí es fácil deducir su expresión inversa. No hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan. No puede ser más sencillo. No es nuestra inteligencia lo que no supera el corte, si en algún aspecto somos víctimas de nuestras limitadas capacidades es en el de la honestidad. Y es que al final, en nuestro interior, cada uno de nosotros albergamos un conflicto de interés. Sabemos lo que es correcto y sabemos lo que nos conviene. Y sucede que a veces nos parecen cosas muy distintas. Aunque puede que al final sí que sea un déficit intelectual. Al parecer no hemos comprendido que lo que nos conviene es lo correcto, no porque nos convenga, sino porque es lo correcto, y que, por ser lo correcto, nos conviene.

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¿Conspiranoia o conspiración?

A raíz del video en portada me parece oportuno reflexionar al respecto:

www.meneame.net/story/astrofriki-desmiente-conspiraciones

Por muy loables que sean las intenciones de tipo del video (en general no lo son menos las de los "conspiranoicos", a su manera) cae de pleno en una falsa dicotomía. Pero la realidad parece muchísimo más compleja por más que necesitemos simplificarla para meterla en nuestras cabecitas.

Todo es verdad o todo es mentira. Elija usted un bando. Parece casi una broma. Escojas el bando que escojas si compras el pack completo te vas a acabar comiendo unas mierdas enormes. El problema es que no hay una solución sencilla y rápida y que crecer es sinónimo de aprender a convivir con la duda antes que con certezas falsas e infantiles.

Así que cuando alguien aparezca con soluciones mágicas, ya sea en un sentido o el otro, no cabe menos que una profunda desconfianza con la que hay que aprender a vivir sin que suponga consumirse en la ansiedad. Y bajo mi punto de vista eso es madurar.

El problema es la necesidad de meterlo todo en el mismo saco y de verse en la obligación de decidir si las cosas son falsas o ciertas. Y sin duda lo son (y a veces más o menos), pero sin la información apropiada la aproximación ha de ser en forma de duda.

Así evitaremos caer en las tonterías de que Soros es un reptiliano (a la postre sería bastante irrelevante) que es casi tan absurdo como negar que tiene una fundación con la que ejerce cierta influencia (eso sí es relevante), muy resumidamente.

Se trata de aprender a pensar de forma racional y sin volverse loco por el camino, a poder ser. Y en mi opinión ninguna persona que compre de forma integral ninguno de los dos discursos en los que se intenta presentar de forma torticera la cuestión está en su sano juicio.

Y no te lo van a poner fácil, dándole la vuelta a las palabras del autor del video "siempre hay trampa", o por lo menos nos conviene contemplar esa posibilidad, aunque muy rara vez y por extraño que parezca las cosas son lo que aparentan. Sabemos a ciencia cierta que los medios de comunicación están plagados de intoxicación informativa y que hay toda una serie de intereses que guían esa intoxicación. Eso está en el terreno de los hechos probados.

Y van a seguir haciendo lo mismo porque es lo único que pueden hacer: intoxicar. Así cuando se pueda abordar la cuestión “Soros” ya mencionada como buenos incautos nos dejaremos deslumbrar con el rollo reptiliano como si lo trascendente aquí fuera el color del nabo que te está rompiendo el culo, con perdón por la vulgaridad.

Y vamos a tomar como estandarte de la conspiración (o conspiranoia) lo de la tierra plana. Como si vivimos en una placa de Petri, en realidad no importa un carajo, y van a tratar de detraer sistemáticamente el foco de atención de lo que sí es verdaderamente importante.

¡Ellos! El sempiterno “ellos”, por supuesto. Y seguramente no hay un solo ellos, es razonable ver en el término una “red flag”, por supuesto, aunque no me gusta en absoluto la expresión. A que le reventaran la cabeza a Kennedy, mataran a su hermano, y al tipo que supuestamente lo mató, y que el tipo que mató al que supuestamente lo mató muriera en la cárcel de cáncer, yo no lo llamaría “red flag”, yo diría que una clara señal de alerta, si no de alarma.

Tan seguro que existe conspiranoia como que existe intoxicación informativa y como que existe conspiración. La cuestión es hasta que punto tenemos la capacidad de diferenciarlas.

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Whatever

¿Elige una ola del mar dónde rompe? ¿Escoge una nube el momento en el que se precipita en forma de lluvia? Entonces, ¿por qué azares consideran los hombres estar en posición de regir su destino? Al final todo se resume en una simple cuestión de complejidad.

Nada escapa a la causalidad. Nada de lo hecho se deshace jamás. Y ya está escrito el destino de los hombres, sellado e inviolable desde el primer instante de la creación, si tal noción tiene sentido.

No hay por lo tanto error o acierto. La voluntad es una vana ilusión. ¿Cómo podría alguien, en ninguna medida, considerarse responsable de aquello sobre lo que en realidad no tiene ningún control?

Cada uno hace lo que ha de hacer y no existe error porque no existe opción. ¿Libertad? Las piedras son libres de desplomarse por las laderas y las olas de romper en los escollos de la costa. De seguir con precisión absoluta las invisibles leyes que nos gobiernan, que nos conforman.

Al final la única pregunta interesante es ¿por qué existe todo en lugar de nada? La nada a buen seguro no existe, allá en ningún lugar, como cabría esperar de ella. Pero, ¿y lo que sí existe? ¿Cuál es ese destino inevitable, ese indescifrable secreto insultantemente a la vista de todos?

Por qué y para qué, de dónde vamos y a dónde venimos. Tal vez las preguntas más viejas del pensamiento humano. Yo tampoco alcanzo a vislumbrar las entrañas de nuestro origen y la profecía de nuestro destino. Ambos a buen seguro ineluctables, tanto como desconocidos.

No me hallo en posición de librarme del peso de la inquietud ante lo ignoto e imprevisible pero poseo la llana tranquilidad de saber una verdad muy simple:

Lo que tiene que ser, será.

esperandoauntren.blogspot.com/2018/10/whatever.html

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Encuesta apocalíptica

Encuesta apocalíptica

Pues nada, que el otro día me vino a la cabeza un breve diálogo que sería más o menos así:

-Entonces, ¿cuánto podría costarnos?

-Unos 7 u 8 mil millones.

-¿De dólares?

-De habitantes, caballero.

-(Silencio)

-¿Sigue queriendo saber más?

esperandoauntren.blogspot.com/2023/06/the-price.html

Al final es una pequeña hipérbole llevando a nivel planetario ese lema convertido en chascarrillo de "si te lo dijera, tendría que matarte". Pero me ha suscitado un pequeño dilema ético. Y a mi amigo también, claro.

Va un poco en la línea de lo de Adán y la manzana del conocimiento y esa historia, así que me dispongo a consultarlo con las mentes más sabias posible... pero antes os lo pregunto a vosotros :D

Aquí la encuesta:

www.meneame.net/notame/_poll

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