De acuerdo con los primeros criterios acordados por los profesionales de la OMS, alguien convive con el trastorno:
Si no controla la conducta de juego en cuanto al inicio, frecuencia, intensidad, duración, finalización y contexto en que se juega
Si hay un aumento de la prioridad que se otorga a los juegos frente a otros intereses vitales y actividades diarias
Si esa conducta se mantiene y escala.