La sanidad es quizás el sector más paradigmático de ese más que intocable dogma impuesto por el pensamiento único neoliberal de que los ciudadanos deben asumir los costes y en cuanto se generen beneficios estos deben privatizarse, lo antes posible y al menor precio, en aras de una pretendida (y más que falaz) superioridad del mundo empresarial frente al siempre sospechoso e ineficaz sector público.
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Salud, educación, justicia, defensa, infraestructuras y energía son actividades de importancia estratégica que forman la base para todo el funcionamiento de un país.
No se puede dejar que ninguna de esas actividades se base en la ganancia de dinero porque al ser fundamentales, quien las realice tiene a todo el país como rehén para cobrar lo que le de la gana. "O me pagas 100 veces más o dejo a todo el país si electricidad". "O me pagas 500 veces más o no curo a los enfermos".
Con respecto a los medicamentos, al igual que otra investigaciones deberían estar financiados con fondos públicos. Esos fondos fácilmente se podrían conseguir con impuestos cobrados a las empresas que después aprovechan el resultado de esas investigaciones.
O sea, en vez de que una empresa invierta en investigar y después recupere esa inversión cargándola al precio de los productos, directamente que sea el Estado el que pague la investigación. La ventaja es que el resultado no será monopolio de una única empresa sino que habrá competencia entre todos los que quieran vender el producto.