La historia de los hermanos Lourido podría haber servido de inspiración para una película de Berlanga, una novela de Kafka o un artículo de Larra. Pero para su desgracia es la realidad de dos empresarios de la hostelería, uno de ellos jubilado y el otro a punto, atrapados en una pesadilla burocrática. Jaime y Adolfo Lourido regentan desde 1980 la cafetería de un hospital que ya no es un hospital, el Xeral de Vigo, ahora en proceso de reconversión en sede judicial.
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A pocos metros hay un centro de urgencias y otros servicios sanitarios pero mucha gente no sabe que la cafetería del hospital sigue abierta (el acceso desde el exterior es poco visible y lógicamente creen que está cerrada) y aunque lo sepan tampoco se puede comparar la clientela que pueda dar ese centro con el que puede dar un gran hospital.