Necesitamos dirigentes de los trabajadores que sean ejemplares por su honradez, desinterés y claridad. ¿Donde están los sindicalistas que repudien el profesionalismo político y renuncien a las subvenciones estatales? Les deseo hablar de dos atractivas personas del movimiento libertario de orígenes muy diferentes y que promovían el sindicalismo revolucionario: un sindicalismo con voluntad constructiva y no destructiva, envuelto en sensatez y realismo, desprovisto de sectarismo ideológico y de irracional dogmatismo.Traducción en
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En esta hora crucial de confusión y de ataque a nuestro Estado social, irrenunciable después de su dura y larga conquista, necesitamos dirigentes de los trabajadores que sean ejemplares por su honradez, desinterés y claridad. ¿Donde están los sindicalistas que repudien el profesionalismo político y renuncien a las subvenciones estatales? Les deseo hablar, queridos lectores, de dos atractivas personas del movimiento libertario de orígenes muy diferentes y que promovían el sindicalismo revolucionario: un sindicalismo con voluntad constructiva y no destructiva, envuelto en sensatez y realismo, desproveído de sectarismo ideológico y de irracional dogmatismo. Radicales y moderados a la vez, y que repudiaban la rigidez y las formalidades superfluas de la burocracia.
Simone Weil (1909-1943) -de familia acomodada y hermana de uno de los genios matemáticos del siglo XX, André Weil- era profesora de filosofía en un Instituto cuando llevó a cabo la experiencia de 'hacerse obrera'. En 1934 pasó unos meses en la Renault, le correspondió un trabajo en cadena que le resultó muy duro -era una mujer de salud frágil-, y muy diferente del que había imaginado. Quedó mentalmente agotada, especialmente al palpar un desamparo del que no se hablaba entre los trabajadores y que para soportarlo exigía "renunciar por completo a pensar". Esta convicción le produjo una amargura imborrable. En aquel periodo escribió un diario que ha sido reproducido en el libro La condición obrera (Trotta). Mantuvo siempre una actitud firme ante la alienación de los trabajadores y refería que "la raíz del mal" reside en la permuta de papeles entre cosas y hombres. Observaba que había empresas en que sólo un uno por ciento de los obreros necesitaba un aprendizaje de más de un día. Llegó al sindicalismo revolucionario subyugada por el ideal de una actitud de continua y solidaria… » ver todo el comentario
Si los cimientos están mal, la casa se caerá. Por muy bonita que sea.