Ya está aquí la Navidad, las compras, el consumismo y el despilfarro en comida, embalajes, viajes, etcétera. Y es que la Navidad aporta su granito de arena al Cambio Climático en casi todos los aspectos de nuestro modelo de consumo, representando, como ninguna otra época, el envoltorio superfluo y el despilfarro con finalidad de lucimiento. Por eso, cuando el resto del año cada persona genera un kilo y medio de basuras al día (hace 30 años no llegábamos ni a medio kilo), en estas fechas son más de 2 kilos; y la mitad, envoltorios y embalajes.
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Lo que a mí me jode más en cambio son las personas súper concienciadas y verdes, que llegan a un restaurante (primer error) y piden lo que sea y después se dejan la mitad en el plato. Muchas veces me termino comiendo yo lo de los demás, y si acaso ya me saltaré la cena después, sólo por la rabia que me da que tiren la comida de esa manera, con la cantidad de gente que pasa dificultades para llevarse algo a la boca. Eso sí que es un crimen, y no el llevarse alguna bolsa de plástico de más que terminará o reciclada o en una incineradora produciendo electricidad.
Pero claro, lo de comerse lo de los demás, puedes hacerlo si acaso con las personas con las que has ido a comer y tienes confianza, no te vas a comer lo de la mesa de al lado. Y cada vez que miro a mi alrededor en el restaurante y veo el despilfarro de comida que acabará en la basura, me pongo enfermo. Así que procuro evitar los restaurantes, y cuando voy, concentrarme en mi plato y no mirar mucho alrededor.