Durante su etapa como jefe del Estado, el rey Juan Carlos actuó como un canalla mafioso. La monarquía ha representado en España siempre mucho más que la mera figura del rey de turno. En el siglo XIX la lucha por la democracia se convirtió en la lucha por quitarle poderes al rey para dárselas al parlamento. El rey personificaba unos intereses que iban mucho más allá de los del monarca: los de la aristocracia económica y la iglesia. Los poderes de la tradición. Por eso la Segunda República fue vista como el demonio por la iglesia y la oligarquía.
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Los sucesivos escándalos reales, la constante utilización de la institución monárquica para amparar a la España de misas, desfiles y banquetes y, peor aún, su descarada pérdida de imparcialidad política a raíz del proceso independentista catalán y al hilo del resurgimiento de una izquierda social, están poniendo en evidencia que, una vez más, esta es la monarquía de siempre. Que la monarquía es la manera de asegurar los poderes de la Iglesia Católica, del ejército, de la aristocracia oligárquica, de los banqueros, los poderes fácticos madrileños y los grandes especuladores. El apoyo entusiasta de los partidos neofascistas a la figura del rey y la complicidad de este con aquéllos debería dar que pensar.
La defienden porque está de su parte, pero si les resulta un lastre, la dejarán caer. La prueba es que con Franco no la necesitaron para nada.
Y el pueblo tampoco la necesita, ni entonces ni ahora.
República ya.
Yo creo, que al paso que vamos, será como 1984. Tal vez, como un franquismo llamado "pablismo".
Medieval, sí, pero es un recurso del que no debemos prescindir.