Una década después, gastamos todavía 1.000 millones menos en educación de los que gastábamos antes de la crisis anterior: en 2008, el gasto en educación era de 51.700 millones y gastamos 50.800, un 1,76% menos. En términos de porcentaje de nuestra economía, llegamos a invertir un 5% del PIB en educación en 2009, hoy todavía rondamos el 4,25%.
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Uff, ¿que nadie se quiera poner esa medalla?
Por mucho que se gaste en educación, si se regalan los aprobados sin estudiar o se rebaja la dificultad de los contenidos para reducir el fracaso escolar por la vía rápida no me vale. Si no se enseñan lenguas extranjeras y contenidos STEM, tampoco me vale porque se estará formando a los chavales para un mundo que ya no existe. Si todo lo que tiene que ver con la tecnología lo enseñan profesores que han recibido un cursillo o "que enredan en su casa porque son algo frikis" tampoco me vale porque no le van a enseñar bien a los críos. Si se usa la escuela para adoctrinar a la chavalería tampoco me vale. Si no se les enseña economía para que no se sorprendan cuando les calculen una hipoteca usando interés compuesto tampoco me vale. Si los profesores universitarios no tienen experiencia en el mundo real porque son estudiantes que se han quedado bicheando por los departamentos haciendo la pelota a la espera de que les saquen una plaza con su nombre tampoco me vale. Si la investigación de las universidades no se traslada a patentes, premios, o al menos a artículos en revistas importantes de verdad porque su único objetivo es cubrir la cota del sexenio, no me vale.
Vamos, que el principal problema de la educación en España no es el dinero. Puede ser un problema, pero ni de coña el principal problema.
Les pasa como a los médicos de atención primaria, venga pedir medios y se pasan el día buscando un hueco para irse a su consulta privada mientras que las mañanas la echan llamando por teléfono, que lo del coronavirus es mu malito.