Cuentan que, en otros tiempos, la Armada española necesitaba de muchos óbices e infortunios para malograrse, tanto que solo los elementos podían inquietarla. Zozobrar o naufragar, tal vez; derrotados por el cañoneo, misión casi imposible. Pero los imposibles no fueron antaño tanto y ahora la Armada española vive una época en la que los desastres se consuman sin necesidad de gran belicosidad ni barahúnda. Bastan un puerto, una triste escollera, un proyecto o un curso académico para provocar lo grotesco.
|
etiquetas: ridículo , españa , armada