La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), a partir de ahora Ley Wert en honor del polémico y nefasto ministro, comienza su andadura en las aulas españolas esta semana rodeada de polémica por la decisión casi generalizada de las comunidades autónomas de no renovar los libros de texto. Y decimos casi generalizada porque, una vez más (¡cómo no!), María Dolores Cospedal ha roto el consenso autonómico para ofrecer Castilla-La Mancha a Rajoy y a las editoriales como territorio experimental, como conejillo de indias,...
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Con estas condiciones enseguida aparecerían asociaciones de profesionales dedicadas a elaborar textos, que estarían compuestas por profesores, pedagogos y técnicos encargados de la maquetación y corrección de los textos, así como de su traslado a lo digital, si tal cosa fuera exigida. Para estos profesionales supondría una oportunidad de ganar más dinero, pero bastarían unos pocos millones de euros anuales para recompensarles e incentivarles a mejorar su producto. Para las familias supondría pasar de gastar cientos de euros en material escolar a como mucho 50 en fotocopias, que podrían hacerse en la misma reprografía del centro. Los niños, por su parte, podrían liberar sus espaldas del peso de los libros y acudir al colegio con los materiales necesarios para ese trimestre y nada más.
Si una medida así no se toma es, dejando de lado la falta de imaginación de los políticos y su desconocimiento del mundo moderno (¿Creative qué?), porque las principales perjudicadas serían las editoriales, y las editoriales suelen formar parte de los mismos conglomerados empresariales que periódicos y televisiones.
En esta época de crisis los libros deben ser opcionales o directamente ni siquiera pedirlos, no conozco tema que no pueda ser explicado en un pizarrón y que los estudiantes tomen buenos apuntes. Claro que ante esto, sacarán una ley que obliguen al docente a pedir determinado libro y debe ser libro por estudiante.
Cuando los padres ya habían comprado los libros de la lista que les daba el instituto, se indignaban al ver que el libro de matemáticas no se iba a usar y tenían que buscar otro.
Si al profesor no le gusta el libro de la editorial que ha llegado a un acuerdo con el centro, ¿está obligado a usarlo?
Ya en mi época de estudiante compraba libros que no abría en todo el curso. Ahora veo que separan los libros en 3 y ponen los ejercicios a rellenar en el propio libro. Es un negocio obsoleto y que sobrevive gracias a la permisividad del gobierno. ¿Educación pública y gratuita? ¡Y un pijo!