La reacción de la manada euroescéptica a las importantes concesiones de Bruselas al protocolo de Irlanda del Norte ha sido un poco de vanagloria (“ya decíamos nosotros que pasarían por el aro”), de hacerse de rogar (“no está claro que la UE vaya a ser capaz de ir todo lo lejos que es necesario” para que sus integrantes canten victoria total y los tribunales europeos dejen de tener jurisdicción sobre los asuntos relativos al protocolo), y de jugada de ajedrez (reservarse la baza de poner el grito en el cielo y romperlo en las próximas semanas).
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Es una actitud infantil de la que no se puede obtener ninguna ventaja real en una negociación seria y en realidad no les está sirviendo para nada frente al pragmatismo europeo, pero halaga el ego de muchos y da muchos votos, que es lo que busca Johnson.
Ya tenemos suficientes rivales ahí fuera.