La realidad es que quienes difunden noticias falsas contra colectivos o contra ideas políticas no están demasiado interesados en saber si la información es real o no. Es una reafirmación de sus ideas, de sus creencias, de sus valores. La persona que comparte una noticia sobre musulmanes “envenenando perros en Lleida” busca, con toda probabilidad, acrecentar el miedo y rechazo sobre la población musulmana. Y no es, con toda seguridad, consumidora de periodismo fact-checking.
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En cualquier caso, el fact-checking no nos salva de nuestros sesgos, precisamente por lo que dice el artículo, porque buscamos reafirmación, no buscamos información que pueda hacer tambalear el supuesto sistema de valores con el que nos sostenemos.
Y el fact-checking tampoco nos salva de los sesgos de aquellos que hacen fact-checking: la simple selección del contenido ya implica un sesgo. Si solo enseño como falso lo que me interesa, y no menciono lo que me perjudica, ya estoy mostrando sesgo (de forma consciente, o no).
Aún así creo que es positivo que exista esto del fact-checking, aunque no sea la panacea.