Abdul Aziz, un hombre afgano que se encontraba escuchando las oraciones en Linwood, la segunda mezquita atacada en Nueva Zelanda, consiguió despistar al asesino y evitar que entrara dentro del templo y la masacre fuera mucho mayor.
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Yo creía que el islam prohibía todo beneficio logrado sin esfuerzo.
Por contra, Aziz viene de un país en el que episodios violentos como este seguramente estén (o hayan estado hasta hace poco) a la orden del día. Sin duda, su experiencia vital previa le habrá impulsado instintivamente a NO quedarse de brazos cruzados esperando una muerte segura, unido también al impulso instintivo por alejar el peligro de sus hijos.
Y por el contrario, es muy probable que el señor Aziz (afgano) sí que esté acostumbrado.
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