El monumental escándalo de las inmatriculaciones de la Iglesia, propiciadas por el PP y blindadas por el PSOE, va para largo. No estamos en Francia o Alemania. Ni siquiera en Portugal, donde es impensable lo ocurrido aquí. Las inmatriculaciones son producto "made in Spain", porque la esencia de su Iglesia responde al Estado retrógrado, oscurantista y corrupto que –salvo breves primaveras republicanas– le ha permitido hacer cuanto quiere a lo largo de la Historia.
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La avaricia de la cúpula eclesial es mayor de lo que nadie podía imaginar. La distancia entre lo que hace y predica, galáctica. El afán de poder y de acumular, su única razón de ser.
La pérdida de creyentes es inversamente proporcional a la cantidad de dinero público y edificios de nuestro patrimonio que han acumulado en los años que han transcurrido desde la transición modélica que blindó los privilegios que acumularon con la dictadura franquista.
Aunque para ello tiene que jugar siempre con dos o más barajas (en todos los bandos).
En Francia son de propiedad del estado desde 1905. En Portugal también son de titularidad pública.
Aquí ¿cuándo?. Pues eso.