La pesadilla comienza para Lucía y sus padres la primera vez que acuden a urgencias el 17 de octubre del año pasado, tras dar positivo en covid-19. Acude con disnea y dolor en costado, «recibe el alta con síntomas de covid». Los padres sospechan que puede ser un caso de covid persistente, ya que -según cuentan-- «nuestra hija sigue con febrícula, náuseas, mareos, disfagia que ha empeorado con regurgitación de líquidos y alimentos por la nariz, perdida de equilibrio e incapacidad total de caminar y mantenerse en pie sin ayuda».
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Pero los médicos van perdidos en este tema, como me dijo una neumóloga es una enfermedad nueva y todavia la están estudiando.
La otra candidata más de moda en esta época es el transtorno psicosomático que, casualidad, es mucho más barato de tratar.
A falta de pruebas concluyentes, en cuanto pasa un tiempo sin PCR positiva, derivan a estos pacientes al psiquiatra y se olvidan de ellos.
Si tienes menos miedo pensando eso allá tú pero es sabido que la covid persistente existe y es muy jodida
La tensión psicológica pude manifestarse de muchas formas distintas y aún existe un tabú alrededor de las afecciones mentales que empuja a la gente a desdeñar diagnósticos psiquiátricos porque "yo estoy perfectamente de la cabeza lo que pasa es que son unos inútiles y no encuentran lo que tengo". Una pléyade de síntomas como la que se expone en el artículo sin causa fisiológica aparente es muy sospechosa de tener origen mental, si yo fuera su padre haría caso.