Nadie que ha vivido en la pobreza, absolutamente nadie, tiene ningunas ganas de permanecer en ella. Ser pobre es una experiencia terrible, abrumadora; algo que combina un profundo estigma social, un gigantesco sentimiento de culpa, una ansiedad tremenda, constante, irreal sobre qué deparará el futuro y que requiere de una disciplina casi imposible para salir de ella. Alguien que es pobre no puede hacer planes ni puede pensar más allá de la semana que viene porque su mundo no incluye fondos para existir en el mismo estado en que vive ahora.
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La mayoría de la gente lo que quiere es vivir sin preocupaciones y sentirse querida y útil. No conozco a nadie que entre un trabajo agradable y seguro y una ayuda para ir tirando malamente no prefiera lo primero. No me cabe en la cabeza cómo ve el mundo quien cree que todos los demás son un hatajo de tiraos que solo responden al palo y la zanahoria. Y que por ello las ayudas son un cáncer. Es una visión mezquina y falaz.
Si hasta parecen seres humanos civilizados estos pobres y todos. Quién iba a decirlo. Hasta quieren prosperar.