La ola de indignación que arrasa el país en la actualidad tiene nombre y apellidos: corrupción política. Es el tema de conversación en bares y no faltan motivos. Los casos de el Bigotes, Camps, Julián Muñoz o Urdangarín ya suenan a trapicheos de baja escala en el pasado. Las tarjetas black, el caso Bárcenas, los EREs de Andalucía y los negocios de los Pujol dejan a los primeros en una categoría inferior.
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Si de verdad hubiera un sentimiento mayoritario contra la corrupción, las cosas cambiarían de verdad. Cierto que cada vez hay más, pero no nos engañemos, quien está de verdad en contra de la corrupción es una élite muy informada pero minoritaria.
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Y si, es cierto, en este pais falta mucho camino para que mayoritariamente los votantes se desengañen de la banda del PPSOE y voten a quien sea, o no voten, o hagan nulo, o blanco, lo que sea, pero que mucho queda para que casi nadie vote PPSOE.