Últimamente hemos vuelto a vivir uno de esos momentos de debate nacionalista estúpido. La discusión giraba en torno a la historia y la antigüedad de las naciones. Los protagonistas, como siempre, unos políticos que desde su nacionalismo banal acaban proyectando un esencialismo atemporal y, vale decir, también de un nivel intelectual muy bajo. No hace falta ser muy listo para entender que todo nacionalismo crea sus mitos y fantasmas. Aquel que pretende construir los Países Catalanes como realidad nacional plausible no es menos.