Estas acciones por las que los ayuntamientos alcanzan, a través de la exaltación de la superstición, hitos de ridículo difícilmente superables, constituyen contribuciones notables al género de la astracanada. Pero, además de mover a chufla y pitorreo (intente leer cualquiera de las dos noticias completas sin reirse), merecen un cuestionamiento serio no sólo de a) La capacidad intelectual de los alcaldes y ediles protagonistas. Sino también de b) La catadura democrática de esos mismos alcaldes y ediles..