Si la gran inteligencia de Juan Carlos de Borbón fue entender que tres cuartas partes de lo que le había contado su padre era farfolla regalista, su irresponsabilidad fue no comprender que con el aval de haber labrado la Transición no se vive hasta los 76 años. No haber, por lo tanto, luchado contra los dos grandes pecados borbones: la distancia, y el estatismo, la renuencia a evolucionar.