Secuestros, palizas y engaños a manos de las mafias. Las historias de los que han llegado a Bulgaria huyendo de la guerra y la miseria no difieren mucho de las que se oyen en otras partes de Europa. Y aquí, como en otras partes, el sentimiento es ambivalente: están vivos, pero no han alcanzado su destino, más al norte. En los paupérrimos campos diseminados por el país, unas 3.200 personas esperan a que pase el invierno, recabando como pueden las fuerzas y el dinero necesarios para continuar su viaje.