Una persona física puede recitar a los cuatro vientos lo que le de la gana. Un ente oficial, en cambio, está constreñido en la formación de su voluntad a las competencias expresas que las leyes autoricen. Así, la airada patriota Forcadell es bien libre de de berrear cuantas majaderías insurreccionales se le ocurran en el balcón de su casa. Pero si lo hiciese en calidad de presidenta del Parlament, tal como resultó ser el caso, estaría incurriendo en un delito tipificado.