Hace año y medio, Felipe González confesó, en un almuerzo-coloquio, que se le pasó por la cabeza irse unos años fuera de España, "a 7.000 kilómetros" para no tener que seguir cada día los "noticiarios". Pero no, no lo hizo. Y se conjuró ante el respetable para darle a la máquina de pensar y proponer cosas. Estaba preocupado, mucho más que por la crisis económica, por la político-institucional. Temía que todo el esfuerzo de la Transición se estuviera yendo por el desagüe y España entrara en un momento oscuro de su historia.