Al contrario de lo que sucede con los bares y restaurantes, los salones recreativos no pueden optar a ninguna de las ayudas del gobierno. Esto los ha sumido en una situación financiera crítica, y más aún después del primer estado de emergencia declarado en Japón, en la primavera boreal de 2020, que ya les afectó de lleno. En aquel entonces, los salones recreativos tuvieron que cerrar completamente durante casi dos meses y los "clientes tardaron en volver", según Fukamachi.