El escándalo de la fijación del Líbor, el año pasado, ha puesto a las entidades financieras más grandes del mundo bajo el escrutinio implacable de las autoridades regulatorias a los dos lados del Atlántico. No se libra ningún mercado. Ni divisas, ni materias primas, ni el de futuros, y aún así el poder de alteración de precios de los grandes bancos de inversión no deja de ser inmenso.