Lo suyo es una carrera contra él mismo. Siempre huyendo de sus propias acciones y de sus propios fanatismos. Ahora le toca huir de las acusaciones de la Fiscalía de haberse embolsado lo público a través de un chiringuito fantasma. ¡Ay, el látigo de las paguitas! Huye de la portavocía ultra, pero no de su condición de diputado porque a Serrano cuesta echarle de donde sea y ha demostrado una esmerada habilidad para aferrarse con uñas y dientes a pesar de sus barrabasadas.