Que el terrorismo global ha puesto el foco en Rusia es algo que los servicios de inteligencia del Kremlin saben desde hace una década. Estado Islámico se ha dedicado a propagar a través de sus canales de propaganda una narrativa en la que la Federación Rusa se ha convertido en uno de sus objetivos prioritario. Por ello, los hechos del pasado viernes no han cogido por sorpresa dentro del país, cuando varios miembros de una rama de Asia Central del ISIS acudía a un centro comercial y asesinaba a tiros a 140 personas y hería a 180.

Un ciudadano extranjero ha sido detenido en la república de Daguestán (en la zona del Cáucaso norte ruso) tras confesar haber suministrado las armas con las que los terroristas perpetraron el 22 de marzo el atentado contra la sala de conciertos Crocus City Hall, en las afueras de Moscú, donde murieron al menos 144 personas.

De pensar que el hardware militar de la Alianza del Atlántico del Norte sería un cambiador en el campo de batalla a favor de Ucrania, ha pasado a ser un atractivo turístico en la capital de la Federación.

Al menos nueve personas murieron y 20 resultaron heridas el domingo cuando una sección de un bloque de apartamentos ruso se derrumbó tras ser alcanzada por fragmentos de un misil de la era soviética, lanzado por Ucrania y derribado por Rusia. dijeron los funcionarios. En uno de los ataques más mortíferos hasta la fecha en la región de Belgorod, Ucrania lanzó lo que los funcionarios rusos dijeron que era un ataque masivo con misiles, que involucró misiles balísticos Tochka y sistemas de lanzamiento múltiple de cohetes Adler y RM-70 Vampire (MLRS