Se apodera de todo. De las emociones, de las costumbres, del lenguaje, de las esperanzas, de los sentimientos… Casi siempre, y cada vez más, para pervertirlos, para convertirlos en mercancías. El machismo, la violencia, la ciega competitividad, las malas artes, niñatos inundados de dinero, mafiosos con gomina, los fraudes al erario público, las expresiones xenófobas, nazis, homófobas, el culto a la superficialidad y a la incultura… Es este sistema el que lo alimenta, el que destroza lo que nació en una calle, en un descampado, en una plazuela…