La estatua ecuestre de Franco desapareció de noche. Estaba cubierta por una sábana y parecía un fantasma cuando la grúa la arrancó del suelo y la movió por el aire hasta hacerla invisible. Mientras el pedestal vacío abría un boquete en la plaza del Ayuntamiento, el Caudillo y sus adláteres no sólo seguían nombrando el callejero municipal sino que mantenía ciertas distinciones propias de otro tiempo. El Pleno aprueba por unanimidad la retirada de las distinciones honoríficas que aún seguían vigentes, así como de escudos, calles y placas.