En un país en el que la enseñanza académica es trilingüe (alemán, francés e inglés), el fútbol es casi una anécdota. Por lo tanto, no es extraño que jamás un futbolista luxemburgués haya jugado en la Liga española. Luxemburgo no es España. Luxemburgo es otra cosa. Luxemburgo sabe vivir sin héroes. El balón no gobierna a la sociedad. Sus ciudadanos no consumen tantas horas de fútbol ni presumen de la grandeza de sus mejores equipos, el F91 Dudelange, el Spora o el Jeunesse Esch.