El viernes de la semana pasada veo en redes que Thalía, una chica trans de diecisiete años, vecina de Móstoles, ciudad en la que vivo, se ha quitado la vida El silencio que rodea la muerte de Thalía me enfurece, apela a lugares de mi propia existencia que no quiero revisitar, apela a la vergüenza, apela al olvido, apela a la futilidad de una vida convertida en sombra.