En sus inicios Wikileaks representaba algo muy diferente a lo que estábamos acostumbrados; la ciudadanía se sentía ciega y sorda, obligada a tragarse las mentiras, manipulaciones y exageraciones de una prensa metida en la cama con el gobierno. Era un momento de revolución, de salir a la calle y gritar con todas nuestras fuerzas. Era el momento de usar las redes sociales para informarnos, para enterarnos de lo que otros no querían que se hiciese público.