De un tiempo a esta parte, nos estamos acostumbrando a oír declaraciones de personas que niegan la existencia de la violencia de género. Políticos, sí, pero también famosos y famosuelos de otros ámbitos que suelen combinar en el mismo pack ese negacionismo con lo que he llamado alguna vez “personismo” –no se consideran machistas ni feministas sino personas. Lo peor de todo es precisamente eso, que nos estemos acostumbrando. Que ya no nos asombre, por más que la indignación continúe ahí, aunque, sin querer, baje su listón fruto del mismo hastío.