Las acciones de este banco se han hundido un 40 por ciento en lo que va del año y más del 95 por ciento desde 2008 dando cuenta de lo mal que están las cosas en Europa y cómo el síndrome de la tormenta perfecta está al acecho. La crisis fermentó bajo las narices de todos porque mientras Merkel, Schauble, Juncker, Lagardé y Dijsselbloem sostenían que el problema era de los bancos de la periferia (Grecia, Irlanda, Portugal y España), no miraron el problema real de la gigantesca deuda tóxica del Deutsche Bank, el mayor banco privado europeo.